Su mundo de plástico

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Katsuki Bakugou, 15 años. Personalidad fácilmente resumida en una palabra "soberbio".
Desde muy pequeño el orgullo, la vanidad y la desmesurada arrogancia fueron sus mejores amigos, sus escudos, y sus lanzas, siempre protegido por una masa espesa de agresividad y falta de humanidad.

Sabido es, que esa clase de personalidad tan unilateral, no nace de un día para otro, siempre ahí un detonante, y en su caso, claro que lo hubo.
Siempre se aleja, se cierra, ya no le afecta el llanto de alguien conocido y alguna vez querido, podía lastimar y no sentir culpabilidad, pues el fuerte siempre vence al débil.
No lo acepta, no quiere admitir que él infunde miedo a la gente que ama, pues si, el ama y siente.

Sus amigos o, como él los llama, los buitres a su alrededor, siempre molestan, y lo llenan de malas influencias.
Muy al contrario de lo que se cree, él está solo la mayor parte del tiempo, la presencia de gente falsa, mentirosa, y vanidosa...

Le molesta...

La tranquilidad del silencio en su cuarto, en un salón vacío, en la azotea, en la plaza del barrio por la noche, le dicen que no es necesario que él siga fingiendo perfección. Pues él sabe que no es perfecto, pero como nadie lo es, prefiere ser el insuperable entre los demás.
Su madre tiene miedo, o más bien, siempre lo tuvo. Katsuki, su único y más preciado hijo, llega lastimado, enojado, y alguna vez autodestructivo. Ella sabe que Katsuki está solo en el mundo, pues no acepta la ayuda de nadie, se mantiene distante de ella y su marido; los odia a todos por igual, no quería tener amigos, ni nadie que le diga...

—eres débil.-

Alguien que le tienda una mano, o alguien que lo escuché. Él es y siempre será autosuficiente.

Mitsuki conocía a una noble familia, una llena de amor y respeto mutuo, la familia tenía una hija 5 años mayor que Katsuki, Ochako Uraraka, la única "amiga" de Katsuki, o más bien la única que lo soporta, ellos no crecieron juntos, Katsuki no se lo permitiría jamás, pues para él, Ochako es una buena para nada, un ser sin valor, sin habilidades. Pero ella lo respeta y quiere, a pesar de su arrogancia ella sabe que él no es lo que aparenta, ya no le duelen sus insultos, ni sus golpes, no importaba cuántas veces pelearán, Ochako siempre terminaba disculpandose, y él, bueno, Katsuki la odiaba algo más.

Sus últimos años de secundaria estaban terminando, y Mitsuki comenzaba a preocuparse, Katsuki ya no tenía amigos, estaba todo el tiempo solo, encerrado en su mundo. Insultar y lastimar física y psicológicamente se había vuelto un mal hábito de su hijo, ella no tenía miedo, pero si se preocupaba. Al principio lo toleraba y comenzaba a darse cuenta de que su hijo no cambiaría, que él ya nunca la vería cómo su madre, que nunca dejaría de insultar a su esposo, que llegaría todas las noches lleno de moretones y cortés, y que jamás le dirá qué pasó.
No quería acostumbrar a su familia a esos tratos, pero todo se fue al diablo el día en el que Katsuki comenzó a golpear a su padre, él, un hombre tranquilo, amante de la paz, necesito defenderse, y termino por lastimar a su hijo, el rubio en cambio, golpeaba a su padre con furia, irá en el iris de sus ojos carmesí, con rabia en su garganta. Mitsuki llegó y con pánico llamo a la policía. Katsuki la odiaba aún más si eso era posible. Ella nunca supo el porque de su pelea.
Había 2 opciones, llevarlo a una correccional, o un psicólogo. Mitsuki lo pensó y llegó a la conclusión de que la correccional haría todo menos corregir la ya transtornada mente de su hijo, él que la soberbia ya lo consumía por completo, no cambiaría con unos meses de correccional. Y el psicólogo fue la respuesta, no sabía dónde mandarlo, tenía que ser cuidadosa, un psicólogo normal no aguantaría a su hijo, y seguramente se rinda, una psicóloga de mente frágil sucumbiría ante los insultos de Katsuki, y también se rendiría, se estaba ahogando por la presión, la cuerda que sostenía su cuello la estaba matando. Cerro los ojos, su hijo no dejaba pasar a nadie a su cuarto, y estaba peligrosamente silencioso. Cuando sintió que la cuerda la levantaba del suelo, el timbre sonó, cortando de inmediato la cuerda.
Mitsuki abrió la puerta, en el marco una sonriente Ochako se encontraba sosteniendo un diploma. Mitsuki lo recordó y abrazo a Ochako, dejando la mente de la joven en blanco, la castaña se había recibido de psiquiatra, justo lo que su hijo necesitaba.

                              ...

Los meses pasaron y Ochako se habia convirtió en la psicóloga de Katsuki, él con 15 años y ella con 20, eran tan diferentes, que al principio a ochako le costó mucho tener una cinergia con Katsuki, él, tan terco, tan sabiondo, el rey de su propio mundo, el intocable. Y ella una humana, que nunca se postro ante el "rey" que siempre tenía en frente. Las citas eran en la habitación del rubio, pues siempre terminaba aventando todo cuando le decían que tenía que salir, al principio los segundos estaban llenos de tensión para ella, Katsuki no dejaba de ignorar cada palabra, cada pregunta, cada muestra de afecto. Siempre soltando palabras hirientes, insultando a ochako y a su familia, a su madre, y a todos los que alguna vez tuvieron la mala suerte de cruzar con la mirada del rubio. Siempre lleno de altanería, de orgullo y superioridad. Eso enfermaba a Ochako, y ella, que contaba con una paciencia y un cariño envidiables, siempre tenía ganas de gritarle, o tirarle de las orejas. No podía faltar a sus clientes, pero estaba segura que con él, rompería aquella regla. Y Mitsuki ya se lo había permitido el día que llegó por primera vez a las citas con Katsuki.
Aunque arta, notaba los pequeños cambios, cuando el rubio llegaba de la escuela, y ella solo estaba comiendo unas galletas de merienda con Mitsuki, él la jalaba y la obligaba a ir con él, para poder desahogarse, gritar de vez en cuando, y en casi mínimas oportunidades, dejarse mimar, como si fuera un perro rabioso.
                            ...

—bien Katsuki, ¿Cómo te fue en la escuela?.- ella había abandonado las preguntas más normales dentro de la psicología, pues con Katsuki no servían, hablar como si se tuvieran confianza tampoco le agradaba a Katsuki, le fue difícil, pero encontró el punto medio.

—no te pago para que preguntes estupideces.- seco como siempre.

—tu no me pagas, ni nadie lo hace.- intento sonar lo menos sarcastica posible.

Katsuki la miró, sus cejas arqueadas, sus labios formando una mueca graciosa, para Ochako, y los brazos cruzados, de nuevo, se había enfadado.

—se consiente de que tu comenzaste.- dijo Ochako para "calmar" a Katsuki.

—¿Porque aún no conseguiste un trabajo mejor?, Eres un fracaso, una inútil, maldita buena para nada.- Katsuki siempre jugaba a intentar terminar con la paciencia de Ochako, sabía que si ella le hacía algo, él podía "defenderse" y no volver a verla jamás.

—si lo haces todo los días, deja de tener un significado para mi katsuki.- Ochako le sonríe.

—te odio maldita.- Katsuki solo bufó.

Desde las 13, Katsuki está atado a las preguntas de Ochako, atado a la mirada y caricias de la castaña, y eso le molestaba, siempre tenía en mente la debilidad de esa mujer, y el malestar que le da cuando ella pasa por su lado, se enfada con la presencia de alguien tan pesada como ella en su vida, él sabe que no la necesita, pero aún así ella siempre se queda ahí, sonriéndole, sin miedo, y eso lo enfurece.

Todos lo ignoran en la escuela, o al menos ellos creen eso, pues él no los necesita, todos hablan mal de él, cuando parece no oír, cuando parece no mirar, a todos los débiles miedo infunde. Y con los demás, siempre termina en golpes, y con solo un ganador, él, y eso no hace más que inflar su orgullo, siempre creyendo que es perfecto, y que nadie nunca lo alcanzaría.
Ahora todo cambio, y ella lo nota, sabe de la soledad que Katsuki sufre, sabe que no es su culpa, no del todo.
Katsuki que siempre vivió en un mundo de mentirosos, donde el más fuerte gana, en un mundo obscuro, sin piedad con los que se quedan atrás, necesito avanzar desde niño, le era necesario que la gente lo noté, lo admire, necesitaba la atención de todos a su alrededor, le gustaba moverse entre ellos, siendo el que más resalte. El que más brille.

Él, que vivió siempre en un mundo de plástico y máscaras, solo con ella sentía que algo le quemaba, solo Ochako lograba quitarle la máscara y verlo a la cara, pues ella no temía a las consecuencias de pasear por el limbo, acariciando la muerte, pintando el mundo de alguien que desde siempre lo vio acromatico. Evade cada daga que él le arroja, y camina como si nada pasará.
Está arto de verla a la cara, como nunca nada sale como él quiere, ahora que está en esa tan apreciada escuela de privilegiados infunde, nuevamente, terror, nadie se le acerca o le hace la contra, por lo que ya es aburrido para Katsuki molestar, en un tiempo récord infundio respeto y pánico hacia su persona, y por consiguiente se transformó en el rey de su burbuja.

"Si no tienes la fuerza necesaria, no te atrevas a ponerte frente a mi"

A mundo de plástico, medicina de caramelo [Kacchako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora