Llegada

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Sintió una bota en el muslo y sin que nadie dijera nada se levantó del suelo, ya sabía lo que significaba, se retiró los andrajos que hacían de manta y salió al exterior de la tienda. El frio le golpeó en la cara como un tortazo que terminó de despertarlo. Miró a su alrededor aún no había amanecido, pero podía ver que el cielo estaba clareando a través de los árboles, pero eso significaba poco en aquel lugar. La frontera entre Restia y Las Montañas Blancas, en torno a doscientas millas de territorio cargado de magia residual rasgando y retorciendo el tejido de la realidad entre las ruinas de la antigua provincia. Las luces podían venir de cualquier parte en cualquier momento, y por lo que respectaba al Sargento Morral sin explicación, nunca las había pedido ni nunca le había interesado, solo estaba allí por obligación como la siguiente tanda de reclutas que le tocaba revisar hoy.

Los piquetes de guardia ya habían apagado las antorchas para cuando llegó al extremo sur del campamento. Cuatro reclutas esperaban frente a un carro desvencijado, cada uno ataviado y armado de forma diferente, aunque todos llevaban una piedra blanca colgada del cinturón. El sargento se acercó a ellos mientras se colocaba abrochaba la brigantina y se preparaba para recitar el mismo discurso de cada turno. Se sorprendió al ver que dos de ellos eran ya bastante mayores, habrían visto más de una treintena de veranos.

Bienvenidos a la patrulla fronteriza, - Gritó cuando se colocó frente a ellos – soy el sargento Morral, posiblemente estáis esperando un discurso de lo maravilloso que va a ser vuestro servicio aquí y lo tranquilo que es el puesto, no vamos a andarnos con tonterías, todo el mundo lo sabe, en Restia, en las Montañas Blancas, en Roca del Grifo, en Sombrabuena que les importa una mierda, y hasta el pastor más ignorante del pueblo más perdido más allá del océano. Lo primero que vais a hacer es ir al intendente, es el edificio de piedra aquel- señaló a un edificio bajo, aunque más alto que las tiendas, de piedra oscura y sin ventanas, que se encontraba cerca- a que os den el uniforme, mientras estéis de servicio llevareis siempre el equipamiento reglamentario, después me da igual. Segundo, iréis al campo de entrenamiento y me esperareis allí. ¿Entendido?

Morral se giró y comenzó a andar de nuevo hacia las tiendas.

- ¿No va a anotar nuestros nombres ni nada? - Preguntó el más alto de los cuatro.

-Quizás cuando sobreviváis algún tiempo, mientras nadie os llamara así- contestó sin girarse mientras se perdía entre el trasiego de soldados comenzando sus actividades matutinas.

Podría habérselo dicho todo allí mismo, pero necesitaba despejarse, era malo madrugando y con la edad solo había ido a peor, ahora tendría un rato para comer algo y pensar que decirles. Deambuló por el campamento con dirección a donde se ubicaban los barracones de su patrulla, seguramente alguno ya estaría preparando el desayuno, cualquier cosa valdría siempre y cuando no la hubiera hecho Zumbidos.

- ¡Jefe! - oyó al llegar, aunque no vio a nadie.

Era Piedra, una de las exploradoras, estaba subida a una de las pasarelas colgantes que conectaban las torretas de vigilancia por todo el campamento.

Morral la saludó con la mano y siguió hacia delante.

-Espere, espere- gritó nerviosa- ¿Cuántos en esta partida?

-Cuatro, dos bastante mayores, aun hay que medirlos en el patio.

Piedra se dejó caer de la pasarela y cayó de pie justo delante del sargento con un ruido seco.

-¿Alguno tenia pinta de hechicero? Necesitamos uno antes de la siguiente salida.

-No estoy seguro, quizás alguno de los dos mayores. Puedes venir conmigo y comprobarlo tú misma- Se paró un momento y olfateó el aire con una mueca- ¿A quién lo tocaba cocina? Huele a mierda.

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⏰ Last updated: Jul 30, 2017 ⏰

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