"Lo que más recuerdo del momento de mi diagnóstico fue la angustia que me generó pensar cómo iba a darle esa noticia a mis amores.A mis hijas porque ellas eran simplemente "TODO". Y si tuviera que utilizar alguna palabra para referirme a el amor que sentía por ellas, definitivamente usaría esa.
A mi pareja, que en ese preciso momento dirigía junto conmigo un local del cuál debíamos de sacar adelante y atender para hacerlo crecer ya que prácticamente era nuevo.
A mi mamá, porque sabía que cualquier sufrimiento de cualquiera de sus seis hijos era el peor dolor que podía causarle y que causarle dolor era tirar gasolina al fuego...¡Algo que me daba definitivamente terror!
Me sentí muy culpable por generarles ese dolor. Todo seguía girando alrededor de los demás. Me costó mucho empezar a pensar en mí en lugar del resto, pero la enfermedad me obligó a pensar en mí y a ocuparme de mí. Ya no tenía alternativa. Se generó un proceso de introspección muy interesante. Recién ahí empezó a aparecer todo lo demás: el enojo, el miedo y bastante más adelante en el camino, la aceptación.
Pasado el shock, adopté una posición activa frente a mi enfermedad. Decidí que, si estaba en el baile, iba a aprovecharlo y que era la oportunidad de hacer un cambio en serio. Yo creo que es difícil cambiar de rumbo cuando estás arriba del tren. Y sentí que la enfermedad me bajó del tren y me dejó parada en la estación, con unos cuantos pelos menos y otros tantos kilos menos. Confundida, pero con la posibilidad de elegir si me subía al siguiente tren en la misma dirección o si elegía un destino diferente y por suerte me animé a subirme a otro tren.
Hice todo lo que se me presentó como positivo, más allá del tratamiento médico por supuesto.Mi familia, mis amigos y los profesionales que me acompañaron fueron de gran contención en ese nuevo viaje. Mi pareja fue más que eso, fue parte de mi energía vital. Todavía no sé cómo lo hizo, pero nunca dejé de sentirme linda, de sentirme querida e incluso de sentirme deseada a su lado.
Se trata de un proceso bastante cruento, no necesito aclarar eso. El cambio físico es impactante y si bien el apoyo del resto es fundamental creo que el trabajo interno es el más grande.
"El cáncer cervical me dejó un coraje y un sentido del valor de la vida que no tenía antes de enfermarme".
Cambié mucho. Aprendí mucho. Quizás suene extraño, pero soy una agradecida de mi enfermedad. Y con esto me refiero a que no reniego de lo que me pasó. Fue duro, sí, muy duro, pero es mucho más lo que me dejó que lo que me quitó. Me dejó un coraje y un sentido del valor de la vida que no tenía antes de enfermarme; desarrolló mi capacidad de ser feliz y me dio empatía con el dolor ajeno. Me obligó a dejar de lado cantidad de cosas externas que me hacían sentir muy segura, como mi cuerpo o mi pelo y descubrí que ahora era necesario buscar mi seguridad en otro lado. Y la encontré. Y lo maravilloso de eso es que ésta es invencible, tenga el peso que tenga, con o sin pelo.
Fue un proceso de aprendizaje intenso, muy duro pero muy efectivo. No me pregunto si hubiera sido posible aprender de otra manera menos dolorosa. Ese fue mi camino y agradezco haberlo transitado."
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El último suspiro.
Short Story"La vida cambia y uno cambia con ella". Le diagnosticaron cáncer en Enero del año pasado. Con el apoyo de sus hijas, pareja y familia empezó el proceso de consultas médicas para sanarse. Nunca perdí la fe y ella tampoco a pesar del diagnóstico tan i...