Había pocos días que el pelirrojo podría decir que llevaban la etiqueta de "mejor día de su vida" y en su totalidad estos tenían que ver con el chico peliceleste que conoció al llegar a Japón.
-Primer beso
-Primer amor
-Compromiso
-Matrimonio
-Nacimiento de Tora
-Nacimiento de Hikaru y Hotaru.
Esos eran sus días más importantes y que entraban en dicha categoría, y estaba más que agradecido con la hermosa vida que llevaban desde hace ya 7 años. Si bien su trabajo era un tanto envolvente, este siempre le permitía pasar tiempo de calidad con sus pequeños traviesos y claros, con el amor de su vida. No había cosa más bonita que llegar a casa después de un largo día de trabajo y jugar con sus bebés, una larga y bonita sesión de juegos para después proceder a preparar la cena, si, digamos que las habilidades culinarias de Kuroko aún no eran tan buenas como las suyas, además que últimamente este llegaba a casa con demasiado trabajo, y tenía unos cambios de humor demasiado extraños para considerar pedirle realizar el mismo esta actividad; 10 años de relación le habían enseñado a no meterse con su sombra cuando este estaba de mal humor, y no había intención alguna en dormir en el sofá abrazado a Nigou, claro que no, así que por bienestar propio lo mejor sería solo hacer la cena y ya.
Lo siguiente en la agenda familiar era sencillo, darle un baño a los cachorros, perfumarles y abrigarles, darles a cada uno su vaso de leche y sin escalas meterse a la cama a escuchar el cuento de papá.
Todo muy mecánico y muy sencillo, pero era algo que la familia Kagami disfrutaba mucho, tanto los hijos como el mismo padre y era algo que no cambiaría por nada en el mundo.
Amaba a su familia con cada poro de su piel. De eso no había duda, jamás se arrepentiría de cada decisión que había tomado hasta llegar a ese punto, no había razón para ello, su vida era perfecta y permanecería así para siempre. O eso pensaba.
La última semana había sido realmente agotadora, la idea de volver a ser voluntario en la estación de bomberos le llamaba mucho, la adrenalina de ese trabajo era algo que le fascinaba, pero tras el nacimiento de los gemelos Taiga había decidió buscar un mejor empleo, retomar su carrera no sonaba mal, e irónicamente ser entrenador era algo que se le daba muy bien, así que apoyado por su antigua entrenadora y su esposo, ahora entrenaba al equipo de basquetbol de su antigua preparatoria, no era nada un mal trabajo, es más, podía catalogarlo como divertido, varios de sus sempai también trabajaban en ese lugar, aunque con los que compartía más tiempo era con su ex entrenadora y con Kiyoshi.
La primera era nada más y nada menos que la entrenadora de los equipos femeninos de fútbol y de basquetbol, seguía igual de dura y entregada como cuando el mismo estaba en la preparatoria, aunque ahora hacia algo de tiempo para pasar tiempo con sus dos hijos y con su marido Izuki Shun, no me pregunten como paso eso, nadie lo sabe y por bienestar propio preferían no preguntar, además ambos se veían muy felices y eso es lo que importaba. Por su parte, Kiyoshi se hacía cargo de la enfermería de la preparatoria, y era bastante bueno en su trabajo, muy entregado, sin contar que era un padre modelo, en los 5 años que su pequeño Hayato tenía de vida jamás se había perdido una presentación escolar, o una exposición, amaba al pequeño con toda su alma, casi como a su esposo.
Sin embargo, no venimos a hablar de Taiga y sus días laborales, no, sino de algo que le tenía la cabeza loca, y es que se le había metido en la cabeza una historia muy ridícula.
—Hoy estas más Bakagami que en otros días, son solo imaginaciones tuyas— musito la joven de cabello castaño mientras se dejaba caer en el sillón de la sala de descanso para profesores.
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Happy Birthday Daddy
FanfictionLos hijos, esas pequeñas bolitas de puro amor y ternura que forman parte del fruto del amor de esa persona especial y de ti mismo. Aquellos que nos sorprenden con sus ocurrencias y con sus pensamientos inocentes, y no tan inocentes. Y no hay sorpre...