Con una mezcla de sorpresa y repulsión, Louis se dio cuenta de que lo que había encontrado era una trampa para aquellos que, como él, buscaban lo inusual. El joven exhibido era una víctima del comercio ilegal, una realidad que había sido ocultada tr...
Nadie en este mundo estaba exento de ceder a la tentación de mentir, y él lo sabía mejor que nadie. Cada vez que Louis indagaba sobre su familia o su pasado, se veía obligado a navegar entre la verdad y la ficción, construyendo una fachada de normalidad sobre cimientos frágiles de dolor y secretos.
Porque la verdad, aquella que se negaba a pronunciar, era demasiado oscura para compartirla. Su madre no había muerto a causa de una enfermedad, como solía contar. Su muerte no había sido una tragedia silenciosa e inevitable, sino un acto brutal de asesinato.
Pero admitirlo significaría abrir una caja de Pandora. Las preguntas, las investigaciones, la necesidad de revivir una y otra vez los detalles de aquella noche... No, no podía permitirse eso. Su única opción era el silencio o, en su defecto, una mentira bien construida.
La imagen que tanto se esforzaba en ocultar estaba grabada en su memoria con la precisión cruel de un cuchillo afilado. Apenas tenía once años cuando su tía, aquella figura familiar que siempre había formado parte de su vida, le arrebató a su madre con una frialdad que desafiaba toda humanidad.
Recordaba cada detalle con una claridad insoportable. La mirada vacía de la asesina, carente de arrepentimiento. El tono despectivo con el que se dirigió a su hermana antes de consumar el acto. Y, sobre todo, el silencio ensordecedor que lo siguió, un abismo de vacío donde antes había existido una vida.
Había estado allí, inmóvil, con el corazón latiéndole en los oídos mientras la realidad la golpeaba con una violencia inhumana. No pudo hacer nada. No pudo gritar. Solo pudo mirar.
Y Louis... él nunca había sospechado nada. Para él, la historia de Harry era la de un joven que había perdido a su madre por una cruel enfermedad, nada más. No tenía razones para dudar, no cuando él había tejido su relato con tanto cuidado, moldeándolo para que pareciera plausible, inofensivo, aceptable.
Cada mentira era un escudo, una barrera que lo protegía de preguntas incómodas y verdades que no estaba listo para enfrentar. Cada evasión le permitía sostener la ilusión de normalidad en medio del caos. Pero en su interior, la verdad seguía allí, intacta y lacerante, como una herida que jamás terminaba de cerrar.