Aún no logro decir adiós

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Nadie menciona lo difícil que es perder un amigo. Cuando piensas en la muerte, si es que llegas a pensar en ella, vienen a la mente personas mayores o con alguna enfermedad; a veces piensas en niños pequeños que han llegado a caer enfermos o con un padecimiento que les hace imposible crecer. A veces te llegan a mostrar un panorama que establece que después de cierta edad han pasado los peores peligros, las enfermedades graves de la niñez se han quedado atrás y aun no corres riesgos por problemas cardiacos (a no ser por algo genético). Los problemas pueden llegar a ser huesos rotos, unos cuantos moretones y un corazón más de un par de veces. Jamás te preparan para el día en que te marcan avisándote que tu mejor amigo ha fallecido.

       

Sabías que las personas tendían a idealizar a los difuntos, dándole vueltas una y otra vez a sus últimas palabras, a la interacción que tuvieron la última vez que se vieron, esa discusión que esta vez no tuvo solución o un <<olvidemos eso, nunca estaremos de acuerdo. Moving on!>>. No sabes qué sentir, nadie explicó qué se debe hacer en estos casos. Siempre se ha estipulado como se debe sentir uno en cada etapa; cuando eres niño la vida es mágica, todos lugares y todos los objetos pueden ser juguetes. En la adolescencia te dicen que estarás hormonal, algunos días amarás la vida, otros la odiarás, y por momentos soñarás con la prometida libertad: crecer. Cuando eres un adulto joven te dicen que serás un desmadre, el mundo es tuyo y la sociedad te valdrá. Todo parece estar estipulado, como producción en serie que millones de generaciones han aprobado. Estoy de acuerdo que no todos somos iguales, pero sí pasamos, aunque sea una vez, por todas las situaciones estipuladas para cada etapa.

       

Al entrar en cada una tienes una ligera idea de como es que pasará la nueva montaña rusa de emociones. Siguen olvidando el detalle de como lidiar con la muerte. Ese sentimiento, un tanto indescriptible, contiene de todo pero, al mismo tiempo, no lo es todo; sientes vacío, confusión, tristeza, y enojo, lidereado por el adormecimiento temporal de los sentidos. No sabes como comportarte, entiendes poco, quieres saberlo todo pero, no estás seguro de poder manejar lo que eso conlleva.
    
Inhalas.
Uno.
Dos.
Tres.
Exhalas.
     
Respiras así hasta que estacionas el coche detrás de la eterna fila para el valet parking en la funeraria. Siempre habías navegado cómodamente en los silencios, ahora tu mente no te deja de fastidiar, tienes que decir algo, los demás lo notan y te siguen la corriente, nadie te reclama nada. Desde tu asiento alcanzas a ver a todos tus amigos de la prepa, haces recuento de nombres y apodos, preguntas por aquellos que has olvidado y cuentas los años que han pasado. Los tomaste a todos por sentado, pensaste que siempre estarían allí. Pasaron cinco años desde que hablaste con todos ellos más de un <<¿Cómo están? ¡Sí, claro! ¡Tenemos que vernos más seguido!>> Se te fue el tiempo y ahora te lo restriega un funesto evento.

       

Respira, todo estará bien. Lo repites una y otra vez, como un mantra. Te prometes no llorar horriblemente mientras sujetas con fuerza la correa de tu bolsa. Entregas las llaves, recibes el boleto, pagas por adelantado, evitas contacto visual pero sabes que tus amigos te observan. Tu mejor amiga va a tu lado, te da un apretón en el brazo y avanza junto a ti. Ambas saludan a dos grandes amigos, uno de los cuales dejaste en el olvido de los cinco años que han pasado.

       

Sientes la presión en el pecho, saludas a la mayoría, son demasiados y cada uno carga con una especie de activación en tu mente que despierta recuerdos, risas, enojos y sobre todo los cinco años que los dejaste de ver. Los saludos incluyen preguntas como "¿Cómo estás?" con respuestas monótonas "Pues... ¿qué te digo?", al mismo tiempo se incluyen frases como "¡Me da mucho gusto verte! Claro, no en estas circunstancias". Físicamente no han cambiado mucho, a todos los reconoces fácilmente, sientes esa familiaridad sobrecogedora de ver gente que conociste por un largo tiempo; sin embargo, hay una barrera presente: todos esos años. Somos distintos, puede que con muchos, después de todo lo que ha cambiado, ya no tengas nada en común, los une la muerte de un amigo muy querido, el amigo que prácticamente los unió a todos en ese entonces.

El cometa de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora