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La semana pasada, a la hora del almuerzo en el taller, Janice me preguntó:


— ¿Con quién vas a ir al Baile de la Nieve, Lou?

Se produjo un silencio muy largo, hasta que respondí:

— Con nadie.

— Ah —esa palabra tan pequeña contuvo tanta lástima que no lo soporté.

Me tragué un bocado de pastel de alce y dije:

— Pensaba en traer a un chico que vive en Suecia, pero...

— ¿A quién conoces que viva en Suecia? —Harry apareció al lado de ella. Lucía lindo, como siempre, aunque esta vez noté en su rostro una expresión consternada, casi molesta.

Cuando les conté la historia de Lars, con su pelo amarillo y el dulce sueco, Janice me miró con el ceño fruncido, como hace siempre que no te cree.

Harry murmuró algo tan bajo, que no pude entenderlo. Después, se dio la vuelta y se alejó del sitio.

Lo seguí con la mirada hasta que fui golpeado de nuevo por la realidad.

— Mmm. ¿Y por qué es la primera vez que nos hablas de él? —Janice se acarició el cabello plateado con los dedos— Parece que tuvieron una conexión bastante fuerte.

Me muerdo el labio.

— Sí tuvimos una conexión fuerte, pero perdimos el contacto. Ya ni siquiera tengo su dirección.

Nunca tuve su dirección.

Nunca estuvimos en contacto.

— Creo que deberías buscar a ese chico, Lou. Ver si son el uno para el otro.

Después gritó:

— ¿Harry? ¿Podrías buscar la dirección de un niño sueco de nombre Lars? Entre quince y diecisiete años —como no contestó, lo volvió a llamar—. ¿Harry?

— ¿Qué? —al fin contestó.

Ella, dulce como nido de azúcar, le dijo:

— Necesitamos buscar a un chico llamado Lars, de Suecia. Lou, ¿mencionaste qué pidió? Podemos hacer una referencia cruzada entre su deseo de Navidad y los niños suecos de pelo rubio de nombre Lars.

Harry se quitó los audífonos –que en algún momento se había colocado- y señaló el reloj con cuenta regresiva en la pared. Faltaban veinticinco días para la víspera de Navidad.

— Deberían volver a trabajar si quieren cumplir sus cifras del día.

— No seas tan Scrooge —dijo Janice. Se dirigió a las computadoras y le dio un empujoncito a Harry para que se hiciera a un lado. Su cabello sedoso rozó su mejilla—. Bien, tengo el año, el nombre, el color de cabello, el juguete y el país de origen. Lou, ¿dijiste que vivía en la costa?

Asentí.

Tecleó más información.

— Mmm, no veo nada.

— A lo mejor no era Suecia, a lo mejor era Noruega o Finlandia. ¡Pudo haber sido Finlandia! —percibí el tono desesperado de mi voz y ellos también. Fue muy indigno.

Janice se puso de pie.

Torció un poco el gesto, alterando sus bonitas facciones.

— Debería volver a la estación de pistolas de aire. Desde que transmiten el programa de A Christmas Story en la tele todo el día, los niños no piden otra cosa.

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