Grandes gotas de lluvia impactaban contra las puertas de cristal en la casa del joven Roberto, (un chico de origen mexicano de 18 años de edad, estatura promedio, piel morena, cabello quebrado y una complexión que no le favorecía demasiado, si de pelear se trataba). El viento era fuerte e imponente, no se podía salir a la calle sin sentir como las heladas gotas raspaban la piel debido a la velocidad con la que chocaban, gracias al impulso del aire.
En las noticias se había reportado que sería la tormenta más grande registrada hasta el momento, y que no era recomendable salir a las calles mientras ésta, estuviera presente; sin embargo Roberto tenía otros planes.
Entrando las nueve de la noche, los amigos de Roberto comenzaron a llegar. El primero en hacerlo fue, como en casi todas las otras ocaciones, Jonathan, su amigo más cercano. Luego apareció Arturo, posteriormente su hermano Hugo, y por último, la única chica capaz de mantener a raya a todos ellos: Emily, de origen norteamericano. Quien cargaba con sigo una maleta aparentemente llena, por lo que Arturo se precipitó a ayudarla en cuanto la miró en el umbral.
-Pues aquí está todo el material chicos. Imaginen un color y les aseguro que lo encontrarán en esa maleta. -Dijo la chica mientras formaba una sonrisa de esas que cualquiera haría, al saber que hizo un buen trabajo.
-Impresionante. -Dijo Hugo tras abrir el cierre de la maleta. -Debió costar una fortuna, ¿Cómo lograste hacerte de todas ellas?
-Pues no fue fácil, eso te lo puedo asegurar, pero no hay tiempo para explicaciones, debemos irnos ahora, las calles están tan vacías que no existe mejor momento para actuar.
-¿Están todos listos? -Preguntó Roberto mientras tomaba su mochila. Miró a sus compañeros y noto en sus rostros la respuesta. -Pues repartamos ésto. Todos comenzaron a tomar su material que creyeron necesario, y prosiguieron a llenar sus mochilas hasta el no poder introducir nada más en ellas. Y salieron del hogar. La luz del día se había esfumado, tanto por las nubes que cubrían el cielo, como por la hora en la que se encontraban. Lo cual hacía sentir más agusto a los amigos.
-Bien, todos nos separaremos, y nos volveremos a encontrar en el centro -dijo Jonathan. -De ahí, regresaremos todos juntos. Esta ciudad no volverá a ser la misma después de hoy. Y todos se dispersaron sin decir nada. Roberto, camino con un paso veloz por unas dos cuadras aproximadamente, cuando se encontró con el lugar perfecto. Frente a él, una barda virgen de unos seis metros de largo por dos de alto. No lo dudo ni un momento y se apresuró a abrir su mochila.
Entonces, la magia comenzó. Trazos finos y veloces comenzaron a tatuar el muro y el olor inconfundible de aerosol cautivo la nariz de Roberto mientras inundaba sus pulmones. Segundos después, la base estaba lista, prosiguió a rellenarla procurando no dejar ningún espacio en blanco, ni salirse del contorno y cuando creía conveniente, cambiaba de color. Por último, repitió los trazos utilizados en la base, cortando el relleno y dando nuevamente forma a las letras, colocó su firma a un lado, y se marchó, no sin antes retroceder un poco para admirar su pieza, un enorme y colorido "PROSAK".
YOU ARE READING
Espartanos de asfalto
Teen FictionUn grupo de intrépidos amigos que se ganan la vida de la manera en la que pueden, viven una apasionante vida realizando lo que ellos consideran correcto, levantado la voz en contra del sistema y la sociedad. Guiados por lo aprendido en el transcurso...