Siempre
─ ¿Por qué nunca me escuchas, vago?
─ Si lo hago mujer, pero era mi...
─ Si, si... era tu deber
─ ¡No quiero discutir!
─ ¡Siempre es lo mismo contigo!
Te levantas dejándome solo, intento tomarte del brazo, pero no te alcanzo, subes las escaleras y escucho el eco que dejó tras sí el portazo que diste.
Subo con lentitud─ La estancia me parece tan vacía, tan lejana─ antes de llegar a nuestro dormitorio, me adentro a la habitación de nuestro hijo, está totalmente dormido, lo arropo bien y le beso sus negros cabellos. Por instante me quedo ensimismado viendo el retrato de nosotros tres juntos. ─ Siempre serios. Siempre unidos.
Salgo de la habitación de Shikadai, doy unos suaves toques en la puerta de nuestra recamara, pero no recibo respuesta alguna, tomo el pomo y la abro, camino hacia el borde de la cama y me siento sobre ella; observo que sales del tocador, llevas puesto aquel largo camisón color zafiro y de abertura en tu pierna izquierda. ¡El dinero que mejor he gastado!... ¡Me enloquece verte con él!
─ ¡Temari!
─ ...
─ ¡¿En serio?! ¿Me darás este tipo de bienvenida?
─ .....
─ ¡De acuerdo!. Si espacio es lo que quieres, espacio es lo que tendrás.
Te diriges al lado de la cama donde duermes─ sin cruzar una palabra─ jalas la cobija, te sientas, estiras tu mano a la mesa de noche, tomas un frasco de píldoras e ingieres unas cuantas.
─ ¿Desde cuándo necesitas pastillas contra el insomnio?
─ Te advertí que era una misión riesgosa.
─ ¡No quiero irme a dormir así! ¡Vamos perdóname!
─ Estoy harta de hacerme la dura, la insufrible. ¡Maldita sea!
─ ¡Ya mujer, no seas problemática!
Me acerco a ti, pero te envuelves con la colcha, formándote un ovillo con esta. Exhalo aire en desespero.
Me quito las sandalias, luego la ropa─ dormiré únicamente en interiores─ me recuesto de lado derecho. Dormiremos dándonos las espaldas. Lo detesto.
─ ¡Hasta mi almohada me has quitado!, murmuro para mí mismo.
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Despierto, creo haber dormido solo unos minutos, pero en realidad han sido horas, giro mi cuerpo y veo tu rostro; ese rostro que tanto me embelesa, te noto una leve hinchazón cerca de tus pómulos y aún con tus ojos cerrados diviso unas cuantas lágrimas atrapadas entre tus pestañas.
─ ¿Estuviste llorando?, ¿por mí?
─ ¡¿Por qué?!. Te escucho musitar en sueños.
Trato de acercarme, pero estás dormida de lado, te aferras fuertemente a mi almohada.
─ ¡No quiero perderte!, te escucho decir entre sueños.
─ ¡Nunca lo harás!
─ ¿Por qué te fuiste?
─ ¡Ya estoy aquí!, fue una misión rápida...
─ ¡No me abandones!
─ ¡Tranquila!, es solo una pesadilla... ¡Pasará!... ¡Te amo!, te digo mientras rozo mis nudillos en tu mejilla.