Con una mezcla de sorpresa y repulsión, Louis se dio cuenta de que lo que había encontrado era una trampa para aquellos que, como él, buscaban lo inusual. El joven exhibido era una víctima del comercio ilegal, una realidad que había sido ocultada tr...
Harry permanecía junto a Lorenzo, su única compañía familiar en aquella fiesta de alta sociedad. Mientras él examinaba la lista de tragos con la calma de quien conoce bien el terreno, el adolescente intentaba disimular la mezcla de nerviosismo y emoción que lo invadía.
Esta era apenas su segunda vez bebiendo y, como en la primera, dependía del criterio de otra persona para elegir su bebida. Observó en silencio hasta que su compañero rompió la quietud con una decisión firme.
—Bien. Será una ronda de chupitos para dos —ordenó al barman, esbozando una sonrisa cómplice antes de girarse hacia el joven—. Ya que son gratis, hay que aprovechar. Igual te prometo no ir demasiado rápido.
Él soltó una risa ligera, divertido por la naturalidad con la que él manejaba la situación. Había algo en su actitud, una mezcla de seguridad y picardía, que resultaba contagiosa.
—Estás demente —comentó entre risas, acomodándose con elegancia en un taburete—. Pero tienes razón, es parte de mi juventud explorar estas cosas. Hasta descubrir que no es para mí, al menos.
Sabía que el alcohol no debía ser visto como un logro, pero a sus dieciocho años, esas consideraciones le parecían poco importantes y aburridas. Quería experimentar, probar lo que hasta ahora le había sido negado. Si eso implicaba cometer errores y aprender lecciones a la fuerza, lo haría con la intensidad que correspondía a su edad.
El barman, un hombre de mediana edad con una expresión neutra, colocó los chupitos frente a ellos. Seis pequeños vasos de cristal llenos hasta el borde brillaban bajo las luces del salón, prometiendo una experiencia intensa.
—Beban con moderación. Son fuertes —advirtió con un dejo de preocupación, como si quisiera protegerlos de sus propias decisiones.
Harry intercambió una mirada con su acompañante. Tres tragos cada uno no parecían demasiado, pero considerando su inexperiencia, había una dosis de incertidumbre en el aire.
—Entonces... ¿cómo se hace esto? —preguntó él, con un tono que rozaba lo infantil. Sus ojos verdes se posaron en Lorenzo, buscando instrucciones.
Él soltó una pequeña risa, divertido por la seriedad con la que se tomaba el asunto.
—Eres adorable, Harry —dijo con calidez, tomando el primer vaso y haciéndole un gesto para que lo imitara—. Es simple. Solo no pienses demasiado en ello, o el sufrimiento será peor.