Prólogo

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Una vez leí que uno siempre vuelve a los sitios donde amó la vida. Uno vuelve a lo conocido, a lo familiar, a donde todo comenzó. Tal vez no por voluntad propia, sino por algo que existe más allá de nosotros mismos y nos mueve, nos atrae y nos lleva, por alguna razón inexplicable, a posar nuevamente los pies en aquellos lugares.

Es como si de pronto te dieras cuenta que toda tu vida no fue otra cosa que una suma de momentos inconexos y sueltos que te llevaron al punto de inicio. Dicen, también, que todo sucede por algo, que cada cosa tiene su razón de ser. Como si el hecho de comer pizza un sábado por la noche en lugar de sopa, tuviera un gran significado o fuera a alterar de algún modo el transcurso de todo, solo por esa simple decisión.

Nunca creí demasiado en toda esa cursilería del destino. Pienso que creerlo sería formar parte de algún juego donde alguien o algo invisible nos maneja a su antojo, y que por más decisiones que tomemos, no va a importar, ya que todo está escrito, todo está dicho. Siempre preferí burlarme de eso, de lo que se supone que debe pasar. Pero a veces te suceden cosas tan extrañas o especiales, que trastocan cualquier idea que tengas de ser dueña de tu propia vida. Como si lo que hicieran quienes te rodean no fuera a afectarte de un modo u otro. Como si un simple sí o no, no determinara lo que va a pasar el resto de tu vida.

Supongo que el hecho de regresar a un lugar que significó tanto para mí no hace otra cosa que reforzar esas ideas poéticas sobre la vida y su manera de llevarte por donde ella quiere. Y en ese caso no queda otra que tragarse cualquier atisbo de "yo soy quien manda" y limitarse a decir "está bien, ya imaginaba que sería así", al menos para no sentir tan pisoteada tu pobre idea de que eres tú y solo tú quien maneja el timón.

Dicen que no hay que vivir en el pasado. Pero, ¿qué somos sino una suma de todos los momentos que vamos viviendo? ¿No son acaso los pequeños detalles los que nos forman como si fuéramos muñecos moldeados por la vida? Cada segundo que pasa se convierte inmediatamente en pasado. Por eso no podría contar esta historia sin hablar de aquel verano. El último que vivimos todos juntos. El primero de muchas primeras veces que no volverían a repetirse. No puedo hablar del presente sin mirar hacia atrás, sin volver en el tiempo, sin hablar de aquellos días que me hicieron sentir como nunca antes y me grabaron a fuego palabras y recuerdos que nunca me dejarían. Es mejor contarlo desde el principio, desde lo dulce y lo bello, antes de que la inevitable obligación de crecer y abrirse al mundo apague unas cuantas luces y deje varias puertas a medio cerrar.

Aquello que no se olvidaWhere stories live. Discover now