Parte única.

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Parte de una idea que surgió en plena crisis artística (?) de madrugada.

(*) Los errores en los diálogos, son intencionales.

SiCheng intenta no acogotar al anciano hombre que atiende el pequeño local. Pero se está muriendo de frío y solo quiere un plato de comida caliente de algo que no sea una de las diecisiete cajas de ramen knstabtaneo que tiene en su pequeño monoambiente. Después de todo, el hombre no tiene la culpa de que no sea capaz de pronunciar bien la palabra tteokbokki. Suspira pesadamente, cerrando sus ojos un instante para comenzar de nuevo.

Entonces, siente un empujoncito que lo corre sólo porque estaba desprevenido. Maldice en su lengua materna y gira su rostro para mirar al desgraciado que lo había asustado de ese modo. Pero no alcanza a quedarse enganchado en las soñadas facciones del muchacho, porque no lo está mirando, aparentemente.

— Dos porciones de tteokbokki. Uno para mí y otro para... Éste chico bonito — pide, en un tono alegre el muchacho. Hace una pausa y le guiña un ojo mientras pasa por detrás suyo (demasiado cerca para su gusto), dispuesto a esperar al otro lado de la tienda.

SiCheng no puede más que mirarlo, boqueando algún insulto. Pero si no podía pedir un plato de comida, entonces tampoco podía insultar a aquel muchacho con pinta de modelo. Sopló el flequillo negro que el viento crudo del invierno se empecinaba en echar sobre su cara y se paró al lado del chico. Ambos esperando por su comida. El chico parecía muy concentrado en mirarlo mientras él intentaba que su cara no se pusiera roja.

La comida estuvo lista y empaquetada en un par de minutos. SiCheng estiró su mano dentro de su bolsillo para pagar, pero vio como el muchacho se apuraba a pagar por los dos. De nuevo, iba a decir algo, pero el otro le ganó de mano.

— ¡La próxima invitas tú, bonito! — exclamó mientras se alejaba con una brillante sonrisa en su rostro.

Aquel día SiCheng comió un plato caliente de comida desde que había llegado a Corea del Sur. Aunque estaba sentado en un helado banco en aquella plaza, su interior se sentía cálido.

°

Había sido que aquel muchacho tenía razón cuando habló como si se fueran a encontrar. La semana siguiente, y la siguiente a esa, además de esa otra que le seguía; y cada uno de los días que estaban dentro de la semana, SiCheng cruzaba a aquel muchacho que siempre le pagaba la comida porque por casualidad lo encontraba siempre tartamudeando frente a la misma tienda. Eso le molestaba. No porque el chico fuera uno de los últimos caballeros en la tierra, sino porque no era capaz de hilar palabra nunca y menos cuando él estaba cerca. Le daba vergüenza que siempre pidiera por él y no pareciera nada disgustado por eso.

SiCheng trabajaba en una tienda de convivencia y ganaba lo justo para pagar su monoambiente y tener una comida caliente al día y aún así ahorrar unas monedas por cualquier eventualidad. Pero todos los días guardaba en una cajita entre su ropa el dinero que le sobraba gracias a aquel extraño. Aquel muchacho a veces aparecía conservador y le plantaba monólogos muy entretenidos acerca de cosas triviales, que no decían mucho de él, sólo que era una persona agradable. SiCheng escuchaba en silencio mientras esperaban alguna comida coreana.

Hombro con hombro, los muchachos miraban con ojos grandes y estómagos vacíos la pequeña carta de comidas que el lugar ofrecía. Por más que SiCheng intentaba con fuerzas, el hangul parecía aún un montón de geroglíficos que rara vez comprendía. A veces envidiaba la facilidad con la que el muchacho a su lado se desenvolvía. Aunque reconociera su voz en cualquier sitio, parecía incapaz de pronunciar las mismas palabras que él.

El muchacho siempre lo alentaba a pedir, cuando veía que se ponía muy nervioso, rápidamente apoyaba un brazo sobre sus hombros y relajadamente pedía cualquier cosa.

tteokbokki / yuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora