Adiós, Violeta.

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Pediste que me quedara, y lo hice.

Siempre volvía a ti, aunque supe que perdería. Desde el primer momento supe que perdería, pero tú eras de esas personas necesarias. De esas personas que, así te hagan mil pedazos, las amas. Tiré mis sueños por ti, y tú siempre te quedabas sin tiempo para mí. No sé en qué momento decidí dejarme. Yo te miraba pero tú no notaste nada de mí. ¿Por qué me pedías amor? No lo querías.

Una parte de mí estaba dispuesta a dejarte, pero la otra se ató a la destrucción.

Se ató a ti.

Llevaba mucho tiempo enamorado de todo lo tuyo, pero, ¿para qué lo hiciste? Si sabías que no podía seguir sin ti ¿era necesario matarme de esta forma? Enterraste mis sonrisas, y con eso, te llevaste mis anhelos. Tenía tantos planes contigo. Tenía tantas cosas contigo...

Estoy sentado en el borde de una baranda. Ahora, después de estos largos meses de condena, voy a dejarte ir. Voy a dejarnos ir. Sí, sí, estoy escribiendo la carta desde lo alto de mi casa. ¿Raro, verdad? Apuesto a que me hubieses alentado a saltar. Así de malvada eras. ¿Por qué te amé tanto?

Te inventaré un nombre, porque odiabas el tuyo, y sinceramente yo también. Me causaba un escalofrío tremendo en la espina dorsal. Tu nombre me estremecía por completo, hacía que, con sólo oírlo, mis manos temblaran; y mis pulmones sufriesen espasmos aterradores, mientras el corazón me daba más de un vuelco. No sé, tú eras como el frío del invierno. Eras la soledad de las hojas en el otoño, el cálido verano en mis mejillas. Tú eras la primavera de mi vida. Eras, hasta que decidiste suicidarte.

Siento que no respiro ¿Sabes?

Violeta, voy a llamarte Violeta porque detestas ese color. Detestabas ese color.

Lo extraño era que, aunque me hundiste, me entendías. Hablar contigo era increíble porque siempre mantenías tu atención en mis cosas, y me aconsejabas. Claro, no sabía que lo hacías mal. No sabía que todo lo que me decías, me llevaría a este punto; entre lo que me duele y lo que amo.

Ya no sé cómo seguir sin ti, Violeta. Mi madre llora por las noches, mi padre y mi hermano la consuelan. Seguí con las drogas, quizá por eso terminaré como tú. Cada día que pasa mis párpados se vuelven más pesados, como si llevara dos rocas en cada uno, y aumentaran con el pasar de las horas. No me siento bien, a menudo tengo ganas de llorar, y no he probado bocado en tres días. Dejé de ir a la escuela. Mi vida era una mierda contigo, pero sin ti, ya no es absolutamente nada. Quizá lo inexplicable fue la balanza que creaste en mí...

Lo malo y lo bueno.

Una balanza con mucho peso, a decir verdad. El mal siempre llevaba ventaja, porque cada vez se iban sumando más llantos, y más dolor, y más drogas. Mientras que lo bueno se sumaba de vez en cuando al momento de decir te amo. Y luego nada... tú y yo ya no éramos nada.

Estoy listo. Quiero hacerlo.

Estoy aburrido de dar pena, ya no quiero ir a la escuela y que todos me vean como "el ex-novio de la suicida" me cansa, ¿sabes? ahora todo puede conmigo. No me mantengo fuerte. Mi madre me ha dicho que pasará, que no me haga esto, que salga de mi mundo... pero no pasará, me seguiré dañando, y continuaré encerrado en mi eterno laberinto.

Me abruma pensar en la idea de seguir aquí sin ti. Tú eras todo para mí, Violeta... siempre serás todo para mí.

Uno de mis amigos me dijo que si deseaba seguir aferrado a ti, entonces que hiciera lo posible por recordarte. Fui a nuestro lugar favorito, escuché la playlist que creamos juntos... yo sólo quería escuchar nuestras canciones, pero tú no estás, así que ya no tienen melodías.

Lo entendí Violeta, una vez más entendí que te cargaste en la maleta mis días, y mis noches de luna llena. Los cafés que solíamos tomar en tu habitación mientras me decías lo mierda que era tu vida. Las veces de fiesta, bebiendo hasta olvidarnos de todo. ¿En qué momento acabó? ¿En qué momento dejaste de pensar en mí? Y sobre todo, ¿Por qué?

Lo nuestro era tóxico, sí, pero seguía siendo nuestro. Solamente nuestro.



"Eres estúpido. Ni siquiera va a leer esto." Dijo el muchacho para sus adentros, y era lo más doloroso de todo. Ella no volvería. Ellos no serían nada, nunca más.

Arrancó la hoja de su pequeña libreta, y con el miedo en la espina dorsal, lo tiró por el balcón.

"Vamos, hazlo." Continuó dándose aliento. Cogió fuerte la baranda, sólo necesitaba un pequeño impulso para concluir con su tormento. "Joder, Abraham." Suspiró frustrado. Por su torrente sanguíneo corría adrenalina y terror. Su corazón parecía detenerse por un nanosegundo, para luego reanudar su marcha. Las lágrimas amenazaban con salir, y sentía una opresión en el pecho...

Y entonces, lo hizo.

**

Hooola, llevo casi un mes desaparecida. No soy constante y lo sé xd.

Este pequeño... -no sé cómo llamarlo- fue inspirado en un caso real, pero le cambié ciertas cosas. Espero que le agrade, y gracias por leer.

*se desaparece otro mes más*

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora