Despertó entre un mar de sudor por un súbito reflejo, pues aun en la inmensa oscuridad de la habitación, aquel destello no paso desapercibido por su subconsciente. La sensación de pánico en aquella helada noche, lo hizo recordar accidentalmente la catástrofe que había sufrido tiempo atrás, y aunque sabia que no era algo que pudiera olvidarse, aquellos doce segundos que demoraba su mente en ponerse al día cada vez que despertaba, los bendecía con todo su ser.
Miró el reloj situado en el velador a su derecha, aquel lo incitaba a seguir durmiendo, pues aun faltaban horas para que su alarma sonara anunciando la preparación que lo llevaría a su empleo ,como dictaba la rutina de hace años, pero eso para el ya daba igual; hace semanas que no veía la luz del día , ni respiraba aire fresco, a aquel hombre convertido en la sombra de su propia habitación, ya no le importaba nada. A su izquierda se encontraba una mujer, durmiendo ,o quizás fingiendo dormir, pues aunque alguna vez aquella le brindo tantos momentos como sonrisas, aquella tragedia la cambio tanto como a él, no, más, mucho más; si él ya no salía de casa, ella no se levantaba de su cama, no comía, no se bañaba, no hablaba, casi aparentaba un estado catatónico. De su persona solo se desprendía una sensación, que lo llevo a pensar a él, y cada persona que conoció su historia una única cosa: ''Entre mas tengas, entre mas feliz seas...más te pueden arrebatar''. Él entendía perfectamente que algo había muerto en ellos dos.
Comprendiendo que seria imposible volver a dormir, se sentó en el borde de la cama, y con las manos en las sienes y el cabello cayendo por su frente, sintió como la noche lo llamaba, mientras un agudo dolor de cabeza se apoderaba de el. De pie frente a ventana de la habitación, abrió cuidadosamente la cortina de par en par, con la mirada perdida una luz cayo sobre el, restándole importancia a el saber si era la Luna o solo una farola, lo único en que centro su atención, fue en que la ciudad se encontraba demasiado silenciosa, ni animales, ni viento, ningún ruido en absoluto, pero el sabia que esas noches eran las peores. Casi como una tortura, la falta de distracción, lo obligo a recordar.
Contrajo matrimonio a la edad de veintidós años, en doce años aquel concibió tres hijos. El amor que sintió la primera vez que los miró a los ojos es ese que solo un padre podría sentir. La sonrisa que desarrollaron los mayores, hermano y hermana, a medida crecían, lo bañaban una y otra vez con ese sentimiento incondicional, pues sabía que su rol de padre estaba siendo cumplido eficientemente. El menor era tan solo un bebé, pero no por eso menos importante, pues entre risas, fue la envidia de sus hermanos, por los excesivos cuidados que sus progenitores le brindaban. Fue una familia hermosa, hasta que la tragedia sucedió.
Esa mañana, sintió la necesidad de sonreír cuando un rayo de luz proveniente del espacio no oculto por las cortinas de la ventana, dio en su cara despertándolo. El ambiente que llenaba la habitación, y probablemente toda la ciudad, anunciaba que aquel iba a ser un maravilloso día. Miró a su lado, en donde se encontraba su mujer, aquella aún dormía profundamente, lo que lo hizo comprender que se había despertado más temprano de lo normal, más que todos en la casa probablemente. Se levantó cuidadosamente de la cama, evitando molestar a su amada, pues no quería despertarla, no aún, tenía pensada una sorpresa, algo poco significativo en cuanto concepto quizás, pero sabía que aquello contaba como un agradable gesto, y las sonrisas que recibiría serían el mejor pago: un desayuno.
Bajó a la cocina, intentando disimular el ruido que producía su peso en los escalones, aquella era una casa anticuada, pues si bien, el dinero no les faltaba, tampoco les sobraba, por la misma razón sus tres descendientes compartían habitación, algo que le jugaba a favor, pues en el momento de tener la ''sorpresa'' lista, solo haría un par de viajes por la casa.
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Mente Rota.
HorrorLa noche le advertía que algo no estaba bien. Aunque recordaba ser un buen padre, aunque recordaba haber perdido todo, el dolor que lo consumió lo hizo comprender quien en verdad era.