II

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Era sábado y estaba en la sala con los pies apoyados en el respaldo del sillón mientras cambiaba de canal una y otra vez esperando quedarme dormida.

El sonido del teclado comenzaba a parecerme fastidioso.

Mire por el rabillo del ojo a mi papá que estaba atento a su computadora, suspire en cuanto el sonidito se detuvo y escuche su profunda respiración.

Oh no, eso solo sucedía cuando intentaba formular alguna buena pregunta.

Le mire.

James tenía el rostro indescifrable, con gesto huraño ,como siempre.

Su voz me saco de mis pensamientos.

-Lorenzo me llamo. Dijo que ha estado tratando de comunicarse contigo pero que no le contestas, ¿Pasa algo?

Su mirada se quedó sobre mí, buscando la respuesta a mi silencio, volviendo en si, negué con la cabeza.

-No pasa nada , sólo que no lo escuche.

Me encogí de hombros a modo de disculpa, y volví de nuevo a la televisión. Si le miraba, si tan solo me quedaba fija en él, la mentira se me saldría por los ojos.

Lorenzo y yo somos novios, su familia y la mía son inseparables desde hace algunos años, no éramos tan cercanos pero desde que mi madre murió su familia apoyo a la mía, le debía mucho.

Así que como era de esperarse todos comenzaban hacerse a la idea que lo nuestro sería una boda segura.

La idea me daba escalofríos.

¿Boda?

¡No, por favor!

-¿Iras a la biblioteca hoy o le cancelaras?

Le mire enseguida. Casi olvidaba que todos los sábados salía a la biblioteca con él. Lo que significa que ningún guardaespaldas tendría que seguirme. Además, con ese tiempo extra podría salir al cine después de la biblioteca. Le sonreí y me puse de pie.

-Claro que iré papá. Solo que había estado un poco distraída por los exámenes. Le llamare para verlo en el mismo lugar.

El asintió y apretó su boca en una ligera línea, reprimiendo una sonrisa.

Segundos después habló, insistiendo.

- El señor Jason tendrá que cuidar de ti cuando yo no pueda hacerlo, le tengo confianza, está muy bien preparado.

Mordí mi labio reprimiendo un gruñido.

Me senté sobre el sillón y cruce mis brazos bajo mi pecho.

Así que el chico se llamaba Jason. Un pequeño escalofrió recorrió mi pecho y llego hasta mi estómago al recordar su mirada sobre la mía y la extraña sensación que esta me provocaba.

A tu lado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora