Una Carta de la Señorita en París...

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Querido Julio:

A menudo, cada vez más seguido, siento que me has mentido. Me has dicho que puedo sentarme frente a un espejo y esperar que el comensal gordo pida su "Château Saignant". Me juraste Julio, que en medio de un crucero iba a encontrar un bikini color rojo para ponerme. También has dicho insistentemente, que si se camina despreocupado por la calle, se le encuentra: en un pequeño kiosko, siguiendo una sombra, una mariposa.

Sin embargo, Julio (ya no sé si sos tan querido), me he cansado de recolectar piedritas para saltar por esta Rayuela, el Cielo parece cada vez más lejano y sigo pisando las rayas: ¿mis pies se hacen grandes o los cuadros más chicos?

Lo cierto es que en una madrugada sola, como nunca sola, sin Babs sin un caracol, sin Jazz, ni un cigarrillo... me siento engañada por vos, por tus palabras, por los espacios en blanco entre cada línea.

No es justo Julio, que durante años me enseñaras la belleza de la palabra, para ahora encontrarme con pura tinta y hojas recicladas.

Recicladas tantas cosas, el rompecabezas que no volveré a armar porque no tiene esquinas. El calendario que sigue apuntando abril, unos cuentos sin pluma, la colección de tus cartas, un viajero del siglo, un moleskine que no logro terminar, el vacío de las horas, del silencio, la rabia.

En fin Julio, de lo único que me quejo es de tus personajes que se hacen y rehacen como yo no puedo, porque cada vez lloro menos, cada vez los ojos me reclaman su cansancio de tanta lágrima pasada, porque cada vez me duele más el corazón que no se cansa de recordarme que es mejor dar un paso atrás antes de perderlo todo.

Te digo esto Julio, porque hoy estoy peleada con vos. Con tus mentiras. Con ese mundo que se niega a salir de mi cabeza y que mis pies buscan, que mis ojos no encuentran.

Porque no es justo Julio, no ser Lucía, no ser Elene, no ser tu Osita... ser solo yo, viviendo el sinsentido del sentido de la vida. Sin más.

Yo también quiero un château saignant, trèssaignant.... hoy acompaño al comensal gordo y te veo del otro lado, dentro del espejo, sonriendo como si fueran obvias mis palabras, como si el cigarrillo no se te fuera a acabar.

Jodete Julio, esta no es definitivamente la Rue de Huchette.
Sinceramente,
La Señorita en París

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