Había sido un día largo como Gabriel Núñez fue a su habitación. Nunca dormía en la habitación cerca de las princesas, pero esta noche estaba demasiado cansado. A veces era mucho para mantenerse al día con Elena, aunque para él valía la pena, pensó con una sonrisa. Miró a su escritorio mientras cogia un trozo de papel para dibujarlo. La tía Dolores le había enseñado a dibujar años atrás y lo hacía siempre que la inspiración había llegado.
Tomando su papel, Gabe empezó a dibujar un cuadro. Sólo una pequeña de Elena en la esquina mientras sonreía añadiendo la verdad del pelo de la flor. Luego empezó a escribir en medio de ella juntando las frases.
Elena,
Sólo el sonido de tu nombre me hace formar pensamientos incoherentes. Desde el momento en que nos conocimos, siempre me ha gustado. Lo que comenzó como un enamoramiento se convirtió en un verdadero aplastado. Y ahora, creo que se ha convertido en más que eso. A veces no estoy seguro y poco a poco llegando a esa conclusión.❤😳😳
Luego siguió escribiendo dejando pensar el pensamiento. Fue un poco liberador escribir todo lo que sentía por ella. Incluso mejor como él iba a verlo quemar mañana por la mañana. No había manera de que se lo enviaría. Aunque si ella alguna vez tenía sus manos en ella, no había posibilidad de que Elena lo supiera. Al menos esperaba. Por una vez que ella no sabía que Gabe podía dibujar, además sólo conocía su mejor letra, no este garabato desordenado. Sonriendo, acaba de terminar con un gran florecimiento.
Volviéndose hacia el techo, se quedó dormido, soñando con ella esperando que algún día pudiera devolverle sus sentimientos. A la mañana siguiente, se levantaba a las cinco de la mañana, como de costumbre. Hoy se suponía que Elena iba a visitar a algunos maestros con su primo. Mientras estaba allí, iba a visitar a sus padres. Entonces, cuando ninguno de sus padres estaba mirando, a través del papel en el fuego. No había posibilidad de que lo leyera entonces.
Más tarde, esa mañana después del desayuno, se dirigió al carruaje.
Gabe: Hola Higgins, dijo él viendo al hombre pelirrojo mientras preparaban el carruaje. Primero salio Esteban listo para la mañana y haciendo negocios. Entonces Elena salió con una sonrisa soleada en su cara. Amaba esa sonrisa mientras la observaba caminar mientras miraba su figura floreciente. Permanecido recto mantuvo su visión en el camino delante de ellos.Elena: Hola Gabe, dijo mientras le daba palmadas en el hombro, le encantaba la forma en que lo tocaba.
Gabe: Buenos días princesa Elena - dijo mientras Elena entraba en el carruaje con su primo -. Iba a ser un buen día que esperaba. Esos pequeños toques le volverían loco, aunque sólo supiera exactamente cómo se sentía. Gabe palmeó el bolsillo del pantalón donde estaba la carta.
Esteban: Primero a la universidad, dijo mientras hablaba sobre algunos empleados.Eran algunas de las personas más educadas de Avalor. Higgins y Gabe empujaron a los caballos para ir antes de detenerse fuera de un hermoso edificio. Fuera del colegio había una mujer que los esperaba.
Gabe se detuvo cuando se dio cuenta de quién era esa mujer. Trató de quedarse en el medio de ser notado por lo que podría escabullirse a la panadería. No olvidó la carta en el bolsillo que iba a quemar.Esteban: Elena, ésta la profesora Alicia Ferrara-Montoya. "Es una de las profesoras más respetadas de la universidad, tiene un doctorado y dedica su tiempo a ser voluntaria con los niños".
La mujer hizo una referencia ante Elena. -Es un placer conocerla, princesa Elena - dijo ella mientras Gabe retrocedía-. Antes de que pudiera excusarse, la mujer se volvió para mirarlo. Uma sonrisa se extendió por su rostro mientras se lanzaba en su dirección mientras sentía el abrazo. Se ruborizó antes de abrazarla mientras Esteban y Elena compartían una mirada de sorpresa.
Luego se apartó de el. "Gabriel es tan agradable verte, ¿cómo es la vida del palacio? ¿Tienes tiempo para leer?" - preguntó ella dándole una palmadita en la cabeza. Luego se volvió para mirar a Elena y a Esteban. Gabe se cepilló y se aseguró de que todavía se veía bien mientras el papel en el bolsillo se agitaba al suelo. Ni siquiera notó que le dirigió una sonrisa a Elena