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HCM:
No sé qué más hacer ni a quién más escribirle. Metí las cartas por la rendija. Rogué por que alguien pase y las encuentre. Grité. Di golpes en la puerta. ¿Qué mas puedo hacer? Palpé todas las paredes y el piso. Por todas partes encuentro el mismo sólido hormigón.

Así que otra vez estoy hablando conmigo misma. Eso es lo que significa <<HCM>>. Algo así como las meditaciones a que se dedican algunas personas para tranquilizarse o comunicarse con el universo o lo que sea.

No sé qué haría sin la máquina de escribir y el papel. Seguramente me daría golpes contra las paredes. El solo hecho de meter el papel en la máquina y escribir algo, como si estuviera haciendo los deberes escolares, hace que todo esto me parezca menos extraño.

Lo que más me molesta es el silencio. El silencio ya no es una cosa que oigamos con frecuencia. Ya ni sé lo que estoy diciendo. Me esfuerzo por escuchar algo: pasos, voces, cualquier cosa que tenga vida. Un campesino con un tractor. Automóviles. Me acerco todo lo posible a la pequeña rendija y trato de imaginarme qué hay allá afuera. ¿Una granja? ¿Arboles? ¿Sol?

¿O un viejo edificio abandonado, con cosas sueltas que crujen suavemente al viento? Trato de oler lo que hay afuera. Grito y escucho. Golpeo la puerta y escucho. Lo único que percibo es el sentimiento de pesadez que me envuelve. La solidez de estar en el suelo.

Francamente estoy nerviosa. Me siento en el piso con las piernas cruzadas, sobre el impermeable húmedo, con la máquina de escribir en el último escalón. Desde aquí no me puedo asomar bien para ver la raya de luz que entra por la rendija, como un hilito de oro, pero sé que allí está. Mi buzón de correo. Mis ojos se vuelven constantemente hacia ese punto porque es la única cosa donde hay vida aquí, fuera de mí misma.

Volví a buscar en el morral. Encontré una monedita, según parece, unos pedacitos de papel y un sujetapapeles.

Todo muy adecuado para atravesar puertas de metal.

Registré los bolsillos del impermeable y encontré una nota, o por lo menos un pedacito de papel con cinco dobleces, como doblábamos Abril y yo las notas que nos pasábamos en clase. No recuerdo haber guardado una nota en el bolsillo, pero es que hace mucho tiempo no me ponía el impermeable. Es posible que Abril lo haya usado últimamente.

Es difícil secarse aquí. Siento el pelo como un tapete de baño usado. Me froto las manos frías y salto para hacer ejercicio. Corro de un lado a otro como bebé de dos años, golpeándome con las paredes y gritando <<¡Ay!>>

Coloqué las cosas de comer y el agua en los escalones para no tropezar con ellas.

Comida y agua. Eso es lo que me parece más extraño. Alguien dejó aquí comida y agua, lo cual significa que esto fue planeado, que hicieron los preparativos de antemano. Hay suficiente para quién sabe cuánto tiempo.

¿Qué significa ESTO?

¿Debo comer esta basura? ¿Por cuántos días? ¿Cuánta agua necesita beber una persona, suponiendo que esto sea agua común y corriente?

Pronto tendré que beber algo. Ya me comí un pastelito. Sabía a viejo. No sé si debo extenderlo todo sobre los escalones para contar cuántos pasteles hay exactamente, cuántas tajadas de pan. Sería como si... bueno, me da miedo. Como si me fuera a QUEDAR aquí.

Pues no me voy a quedar. Hay mejores cosas que hacer. No debo pensar en aquello que me mortifica. Me digo que esto no es peor que quedarse atascado en un ascensor. Es sólo cuestión de esperar, de seguir tecleando en la máquina de escribir, produciendo mi propia música calmante, hasta que la puerta se abra y me vaya a casa.

Supongo que he empezado un diario, aunque es para guardarlo, no para enviarlo por correo. Algunas de estas cosas parecerían absurdas saliendo por una rendija.

Ya pensé qué va a ser el desayuno de mañana. Estoy igual a la abuelita cuando la visitamos en el hospital y la encontramos haciendo una larga lista de lo que iba a pedir para comer. Sólo que yo voy a ser mas exigente:

DESAYUNO:

Jugo de piña. Frío. En un vaso de vidrio, no de plástico.

Waffles frescos con mermelada de fresa.
Lonjas de tocino. Tal vez un huevo.
Dos vasos de leche. Mejor tres.
Lechuga. No me pregunten por qué. Traigan lechuga.

Me gustaría ver las noticias de la mañana en la TV, pero sólo si son buenas. Nada de desastres. Pronóstico de buen tiempo.

Quiero automóviles que pasen, con un día de so. Puedo pedirlos, ¿no? Al fin y al cabo yo pago por esto. Quiero autos y sol.

Me conformaría con que mi mamá me pusiera enfrente la caja de cereal antes de salir de casa.

Si no me mantengo ocupada comienzo a pensar en él. Veo eso agujeros en el lugar de los ojos y sé que ahí dentro está, mirándome, desde detrás de esa máscara, pero sin permitirme que yo lo vea.

Ay, me he puesto a llorar. Me sentí como una boba cuando se me escurrieron las lágrimas y no tuve nada con qué limpiarme. Las gotas me fueron cayendo en las rodillas y los pantalones las absorbieron. Ahora ya estoy bien, sólo que me acabo de dar cuenta de que no habrá papel higiénico cuando lo necesite.

¡Ah, la hiciste buena, Enmascarado! Todas estas cosas para comer y beber... y ¿dónde está la bacinilla? ¿Y un colchón, una manta?

Aprende a organizarte, imbécil. ¡Esto es ridículo!

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⏰ Last updated: Apr 29, 2014 ⏰

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