Sobre Ruedas → ChanBaek

[único]

Tenía que ganar.

Chanyeol hace rato había dejado atrás a los seis competidores que se estaban enfrentando en el mismo terrero, ninguno tenía la destreza que él a la hora de manipular un auto de carreras, por más pequeño e incómodo que se mirara por dentro. Chanyeol era un acérrimo experto, e iba a ganar esa carrera final, iba a demostrarle al único corredor que aún no se había rendido que, sin duda, él era de armas tomar.

El auto con el que competía se tragó perfectamente una curva bastante fina antes de salir airoso, sonrió con triunfo acelerando el paso y dejando a Byun Baekhyun en el mismo lugar en donde transitaba el humo de su auto de carreras; iba a demostrarle a ese maldito que él no era un bebé, que era un hombre con los pantalones bien puestos sobre sus piernas, un hombre. Alguien que le hizo gritar muchas veces mientras tenía la boca abierta, las manos atadas y un camino de gemidos se escapaban incontrolables de su boca. Él, Park Chanyeol.

La luna llena estaba en todo su esplendor y Chanyeol pensó que sería la perfecta testigo de su victoria, de cómo lentamente Baekhyun mordería el polvo. No debió abandonarlo, no debió decirle «debes hacer tu camino, alejate de este... No te conviene».

Ja.

Chanyeol tenía veintitrés años, nadie, ni siquiera la persona de la que estaba enamorado le decía lo que debía hacer, sobretodo esta. Sufrió mucho sí, cuando Baekhyun decidió hacerlo a un lado «por su bien», Chanyeol no comió, no durmió y todo se resumió a alcohol y noches de insomnio en donde lo único que tenía sentido era recordar a Baekhyun entre sus brazos, ese aroma que lentamente se perdía entre sus colchas, el recuerdo de lo que alguna vez fue Baekhyun en el hogar que creyó una morada para los dos; pequeña y cómoda, justo para que habitaran sólo dos personas.

Sólo ellos dos, y un perro, quizá.

Le dolió, y la única forma que encontró de sanar su herida, o mínimamente aliviarla, fue inscribirse en la misma competición en la que Baekhyun se había inscrito sólo para robarle el triunfo, para que viera que la persona que había echado de su vida hace un mes, había hecho mucho más que apartarse.

—¡Chanyeol, maldición salte del camino! —gritó la característica voz de la persona en la que había pensado durante toda la carrera.

Sacándole el dedo medio, Chanyeol le brindó una sonrisa de esas coquetas a Baekhyun y pisó el acelerador. No iba a hacerle caso a ese pequeño tormento, esa caja de problemas que a fin de cuenta lo había metido en esto, que lo había prácticamente sacado de su estudio de composiciones y sus típicos silencios musicales para arrastrarlo al mundo de las carreras ilegales, para hacerle probar de primera mano el poder que podía ejercer la adrenalina y todo esa súbita y sobrecargada emoción que representaba estar sobre ruedas y a toda mecha.

—¡Te vas a estrellar, joder, Chanyeol, obedece! —Volvió a gritar Baekhyun, sacando la cabeza por la ventana y tratando de que Chanyeol bajara la marcha y que, puff, se retirara de la carrera.

—¡Deja de joderme, estoy tan cerca de la meta! —espetó, cuando término de bajar el vidrio la ventana.

Se sintió sólo un poco afligido porque Baekhyun no tenía cara de hacerle querer bajar la marcha sólo porque deseaba ganar, más bien tenía todas esas expresiones que le dejó ver por primera vez cuando participó en su primera carrera y por poco no llegó vivo por un fallo en el alternador de su auto.

—¡Sólo reduce la velocidad! Yo también lo voy a hacer... —pidió, pero Chanyeol negó, acelerando aún más si se podía cuando ya iba con el límite de sus propia experiencia—. Vamos, esto no tiene que ser así.

Chanyeol aplicó presión, dejó atrás nuevamente el celaje del auto de Baekhyun y con él, sus gritos. Estaba muy cerca de la meta y este pequeño rompe corazones no iba a entorpecer sus planes. Después de la carrera, restregaría ese flamante premio frente a sus ojos. Tenía muchas ganas de regodearse en su cara y hacerle demasiados reclamos acerca de por qué lo abandonó con la excusa barata de que este mundo no era para él. Patrañas.