♅ Prólogo ♅

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• Yυι •

❯➤ Nunca pude lograr que los tres clanes convivieran en armonía, cuando se juntaban, por simple casualidad o destino, los pleitos eran algo inevitable. Con frecuencia, los integrantes de cada uno, buscaban el modo de lograr la humillación del otro clan. Todo era insoportable, yo era constantemente raptada y mordida, mi anemia empeoró hasta el punto en que me fue imposible moverme. Haría un esfuerzo, por el día de hoy ¿porqué?. Por que  pesar de mis inútiles esfuerzos, hoy, los tres clanes se encontraban reunidos en el salón, entre miradas afiladas y declaraciones silenciosas de muerte, pero juntos. Solo unas cuantas palabras suscitadas por parte de esa persona fueron incentivo suficiente para reunirlos, ¿quien pudo imaginarlo?.


Estaba tensa, no puedo ocultarlo, mi cuerpo se sentía entumido, descartando que, gracias a la anemia, también estaba débil. Apretaba el borde mi suéter, mirando silenciosa como el salón, ya habría sido partido en pedazos, de un lado se encontraban los Tsukinami, del otro los Mukami, y al centro los Sakamaki. Nunca me atrevería a decir algo así en voz alta, pero a veces, podría jurar que son como perros. Buscaba un punto fijo al cual mirar, sin sentirme intimidada por todos ellos, ¿cuanto más podía tardar el señor Tougo?.

Todo estaba tan silencioso, no fue difícil distinguir ese sonido, el de un auto deteniéndose y las puertas siendo abiertas. Los suaves murmullos del exterior me tranquilizaban, parecía que me habían librado de las miradas acuchillantes. Aún así, la tensión nunca se fue, comenzó a condensarse hasta creerse tangible, trague en seco, todo esto cada vez se volvía más perjudicial para mi quietud.

Parecía que entre ellos solo borboteaba el odio, era como una mala hierba creciendo en un perfecto jardín. Cuando la puerta rechinó deslizándose sobre el pulido suelo contuve el aire, ni siquiera quería imaginar la reacción de Reiji-san al ver algo de polvo manchar la inmaculada y brillante superficie, seguro eso le daría otro motivo para rabiar con la simple mención de su padre.

Tougo entró, en silencio, avanzando con pasos firmes, parecía no titubear, tan seguro de sí mismo, y entonces los ví a ellos. A el y a ella.

Ambos parecían tan extraños, tan ajenos a todo esto, no solo por su aspecto, sino por esos aires de frialdad, eran indiferentes antes las miradas sobre ellos.

Ella, entró con parsimonia, detrás del señor Tougo Sakamaki, y a pesar de las miradas de Laito —quien probablemente ya la habría abusado cien veces en su retorcida imaginación— no perdió su semblante, pasándolo de largo, por un segundo me hizo dudar de la existencia de Laito. Había visto con anterioridad a cientos de chicas sentirse intimidadas con su forma de mirar, tenía un talento especial para inducir a la incomodidad, ver a aquella mujer tan fría ante la situación era irreal.

No lo hacía con la esperanza de escuchar palabras dulces de ellos, solo quería irritarlos. Parpadee un par de veces, estaba perpleja por el modo en el que aquellos aires intelectuales y de madures se perdían en simples ademanes, como ver a Sakamaki Tougo abrir sus brazos y sonreír, perfectamente aterrizado sobre el destellante suelo, pero su cabeza parecía vagar entre nubes de algodón azucarado o, bien, entre acciones de cinismo.

»¿Y bien? ¿No extrañaron a su ancestral, pero atractivo, padre?« las miradas se afilaron, como trincheras preparadas para salir a destrozar en plena guerra. Solo pude apreciar su sonrisa crecer, gozaba con el odio que algunos de los presentes le habían profesado, eso demostraba a simple vista.

»¡Cierra el pico, ancestro! ¿¡Quienes son ellos!?« Ayato-kun parece ser el menos tolerante ante la naturaleza misteriosa de su presencia.

Admito que, después de haber conocido a Kino... Ver entrar a ese hombre con un par de muchachos a sus espaldas, parece ser una de las situaciones más normales últimamente. Cuando la tensión se materializó en una aplastante avalancha de preguntas, aquel hombre pareció limitarse únicamente a dirigir un ademán para imponer calma a los inquietos chicos. ¿Y yo? Me mantenía en silencio, observando, no podía hacer más.

»¡Respondele a su majestad!« Ayato perdió rápidamente la paciencia colocándose de pié, dando de gritos. Parecía enloquecer con ellos a su alcance.

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⏰ Última actualización: Aug 19, 2017 ⏰

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