1. Esperando la «hora del millón»

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Par de minutos hacía falta para cantar el pequeño verso de esa famosa canción del grupo de bachata Aventura, llamada «Obsesión», pues serían «las 5 'e la mañana». Contando la cuenta regresiva se encontraba Cristóbal Sánchez, un joven apasionado por la tecnología, aunque de ella no tenía la virtud de darle caricias con sus rápidas manos. Como si estuviese esperando a que el sol cese eternamente para dormirse estaba él, como estatua inmóvil (valga la redundancia), pensando inquietamente en tener algo capaz de satisfacer su excitación por esto de manera algo efímera. No había nada más seductor para él que un aparato capaz de resolverle vastos números de problemas con sólo tocar el dedo sin moverse de su sitio.

Más que nunca anhelaba tener al menos energía eléctrica para que el abanico se encendiera al llegar la misma, ya que se esfumó desde las 8:00 de la noche del día anterior. La Corporación Estúpida de Energía (bueno, era la Corporación de Energía Eléctrica, pero así la llamaba él), prometió a la «hora del millón» devolver la deseada electricidad.

Faltaba un minuto y varios litros de sudor tocaban su piel como si quisieran hacerle el amor, del gran calor que hacía en su cuarto. Esta era otra razón por la que estaba despierto a tales horas de la madrugada. Se sentó en la cama al rato de sentir la incomodidad y frustración consigo mismo. Ya listo para levantarse, se quedó casi desnudo al quitarse todo menos su ropa interior. Lucía un apuesto cuerpo, con un peinado juvenil y un rostro encantador de mujeres. Y desde que pisó el suelo llegó la electricidad: el abanico arrancó como pequeño tornado y empezó a refrescar a Cristóbal y a su entorno. Este recuperó la alegría que perdió a las ocho, aunque se sentía algo depresivo porque carecía de lo que más le apasionaba en ese momento: la tecnología, como ya es de saber.

Como ya estaba de pie, aprovechó para cambiar la sábana empapada y poner una nueva (la última que quedaba limpia). Luego de realizar el intercambio, volvió a acostarse, aliviado y listo para retomar el viaje del sueño. Antes de ello, miró por la ventana, donde veía un barrio marginado con pocas luces brillando, y donde también vivía Alexander Zarzuela, mejor conocido como Alexito. Este hartaba a Cristóbal con sus propuestas de meterse al mundo del narcotráfico para salir de su pobreza. Aquello era algo inaceptable para él en ese momento, pero, ¿quién sabe? A lo mejor, podría cambiar de opinión, pues estaba «hasta la coronilla» de su estilo de vida. Quizás luego esta sería la decisión que tomaría...

Pensando en todo eso que Alexito le recordaba diario, durmió, esperando el amanecer rutinario.

Relato de CristóbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora