Gynecologist (Lauren G!P)

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  Se recargó en el sillón tratando de ponerse más cómoda , pero era obvio que no lo iba a lograr. Movió el pie de arriba abajo haciendo un sonido casi desesperante que hizo que las pocas mujeres que se encontraban en la sala la miraran de manera extraña.

No es para nada extraño, es lo normal.

Pensó, en un intento de consolarse a sí misma.

Descruzó la pierna derecha para, enseguida, cruzar la otra. Tamborileó el brazo del sillón color hueso con los dedos, ya desesperada. Ya casi le tocaba.

— Camila Cabello— gritó una señora de cabellos rojos que estaba sentada tras un mostrador en la esquina de la habitación.

No se movió por unos momentos, respiró profundamente, permitiendo que el típico olor a limpio de las consultorios, inundaran sus fosas nasales, acto seguido, se levantó con todo el valor que estaba segura no poseía y se dirigió a la puerta que tenía una placa dorada con letras negras.

— Dra. Lauren Jauregui — leyó en voz alta el rectángulo que colgaba de la puerta de roble. Tomó aire nuevamente y abrió la puerta de la habitación algo dudosa.

No era como si nunca hubiera ido con la ginecóloga, era más bien que todos habían sido hombres. Su madre le había recomendado a su ginecóloga cuando su anterior ginecólogo, la Dr. Mendes, le había informado que no podría dar más consultas por un curso que tomaba el extranjero.

He ahí el meollo del asunto, le daba pena con una mujer.

La habitación era amplia y tenía algunas ventanas que llenaban el interior con la luz del sol. Al fondo, del lado izquierdo había un gran escritorio de madera repleto de papeles, la silla grande de cuero negro estaba detrás del escritorio y una silla más pequilla delante de éste. Del lado derecho estaba un biombo de madera clara decorados de bamboo y aves.

Miró con un poco de preocupación la silla y los instrumentos que el doctor usaría. Como había echo últimamente, respiró y se dio ánimos.

— ¿Dra. Jauregui? — preguntó Camila con una voz suave y baja al ver que nadie se encontraba en la habitación.

— Hmp — la morena se volteó al escuchar un extraño sonido y se encontró con una joven de cabello negro y ojos verdes. Su piel era blanca y se notaba que estaba en forma, a pesar de la camisa color salmón y la bata que llevaba encima — ¿Cabello?  — preguntó la voz ronca de la muejer.

— Sí — dijo la chica con la voz en hilo y asintiendo estúpidamente con la cabeza.

— Pasa — le señaló la habitación con los papeles que traía en la mano derecha.

Las dos se adentraron en la habitación. La doctora se dirigió hacia el escritorio y ordenó un poco el papeleo. Le indicó a Camila que se sentara y ella obedeció casi mecánicamente.

— Bien, haremos un chequeo de rutina y un examen pélvico, ¿no es así? — le preguntó con la vista todavía fija en los papeles.

— Sí — le dijo con la misma voz baja que había utilizado. Camila miró a la castaña casi negro y se quedó casi embelesada. ¿Podía existir semejante espécimen de mujer?

Acto seguido la pesó, midió. Le hizo algunas preguntas y cuando finalizó volvió al escritorio. Camila miró por la ventana de forma algo ausente.

Reaccionó cuando vio que Lauren se levantaba de su asiento y le extendía una bata de color azul perfectamente doblada. Ella la tomó con algo de nerviosismo y la miró con cara interrogativa.

— Puedes cambiarte ahí — señaló con la cabeza el biombo que estaba en la esquina. Camila asintió lentamente y se dirigió ahí. Caminó despacio hacia el lugar y al ver que la doctora no salía de la habitación se le quedó viendo.

— ¿Qué esperas? — le dijo mirándola de una forma extrañamente penetrante. (otra cosa le va a penetrar ahr, sigamos). Camila frunció el ceño al oír el tono de la doctora.

— Sí — respondió al instante y se colocó detrás del biombo y empezó a quitar cada una de sus prendas lentamente, alerta de cualquier movimiento extraño en el entorno. Le ponía nerviosa pensar que estaba desnuda y al otro lado estaba esa mujer.

Se puso la bata y salió con las mejillas arreboladas.

Jauregui le indicó que se sentara en la camilla y con ayuda de un banquillo, se subió en la alta camilla. Tenía las piernas fuertemente cerradas y las manos echas puños sobre sus muslos. La Dra. Jauregui se acercó con algunos instrumentos médicos y acercó la silla donde se sentaría durante el examen.

— Abre las piernas — Camila lentamente abrió las piernas, pero no lo suficiente. Lauren tomó sus rodillas para abrirlas y una corriente eléctrica surcó todo su cuerpo.

Cerró los ojos, tranquilizándose mentalmente.

Sólo es un examen, nada fuera de lo común.

Se decía.

Abrió los ojos nuevamente cuando el examen hubo terminado. Había sido demasiado incómodo. Habían estado en silencio todo ese rato y ella estaba avergonzada. Jamás en su vida volvería a ir con la ginecóloga de su madre.

Cuando terminó, Camila rápidamente cerró las piernas y miró por la ventana con tal de no mirar el rostro de la mujer.

Lauren fue a revisar unos documentos diciéndole que todo se encontraba perfectamente en orden. Iba a levantarse cuando la doctora la interrumpió.

— Olvide hacer el chequeo de presión arterial, por favor, quédate ahí — le informó, la morena asintió y se quedó quieta, mientras Lauren tomaba lo que necesitaría.

Se sentó nuevamente en la silla soltando un suspiro cansado, Camila la miró atentamente por eso y se preguntó si dormiría bien o si se cuidaba.

Se abofeteó mentalmente al pensar en esas cosas, no es como si le importara, porque además no la conocía, pero en alguna parte muy dentro de su ser, se preocupaba.

— Acércate — le ordenó, pues estaba muy lejos de ella, cómo no, si estaba casi sentada en el respaldo.

Con timidez se acercó sólo un poco.

— Un poco más.

Se acercó unos pocos centímetros más.

— Más — a juzgar por el tono de voz que estaba empleando, Lauren estaba perdiendo la paciencia.

Recargó las manos en la camilla y se deslizó lo suficiente como para ya no sentir el colchón de la camilla debajo de ella. Oh, oh.

Cerró los ojos pensando que caería en el frío piso del consultorio. Es más, ya lo tenía visualizado, caería, y lloraría de tan apenada que estaba, Lauren Jauregui, la mujer más guapa que había conocido se burlaría de ella y saldría corriendo de ese lugar para nunca salir de su casa jamás.

Al contrario de toda predicción, las cosas no fueron así, fue mucho peor.

Camila abrió los ojos y se dio cuenta de lo cerca que estaba su rostro de Laurn. Sí, no había caído al suelo pero sí en sus piernas.

— ¡Lo siento! — se disculpó de manera apresurada y torpe. Cuando trató de levantarse de encima de ella, las grandes manos que estaban acariciando sus muslos la detuvo.

Volteó a ver abajo, vio que sus piernas estaban a ambos lados de la doctora y las blancas manos de la mujer hacían círculos en la piel que había quedado al descubierto cuando su bata se corrió hacia arriba. Se sonrojó en demasía y subió el rostro para encontrarse con los ojos verdes de Lauren.


Si hay algún error avísenme, la segunda parte la escribiré en unos momentos.

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