El jardín no era un lugar que él visitaba a menudo. El ambiente no era su favorito, por más que las enfermeras y monjas a cargo trataban de hacerlo brillar siempre fracasaban en el intento. Las flores y los cultivos se marchitaban a la semana, y ni hablar del aspecto que el pasto tenía; era deprimente. Como todo en ese maldito lugar.
Veía las mismas paredes blancas de siempre pasar por su lado a medida que era trasladado. Aún no entendía la necesidad de ser llevado en una silla de ruedas, él podía caminar perfectamente, además, no era como si fuera a infringirle daño a la persona que lo estaba esperando o a la enfermera engreída que siempre lo acompañaba, ella se encargaba de dejar tanto pies como manos aprisionados por esposas sujetas a la silla de ruedas. Le hacía gracia tanta prevención, él no estaba loco ni era un asesino, no disfrutaba del dolor y en su cabeza todavía no cabía la idea de que aquel recinto se había convertido en su hogar sin alguna razón en absoluto. Su familia estaba demente por haberlo mandado allí.
La luz solar le había cegado de improviso. Cerró sus ojos con molestia y como pudo, se los tallo, emitiendo un gruñido en el proceso. La enfermera seguía llevándolo por el jardín hacia la mesa en donde supuestamente le esperaba una visita.
Era la primera vez que alguien lo visitaba desde que el juez lo hizo unas tres veces el primer mes de ser internado. Ahora tenía un año de estar rodeado por paredes blancas, enfermeras testarudas, monjas ingenuas, comida insípida y enfermos mentales. Se sorprendió cuando una monja le avisó hace dos días sobre la visita que iba a tener, nunca identificó a la persona pero le dijo que era un hombre. Lo primero que pensó fue en un loco prostituto que le iba a hacer compañía, una idea bastante estúpida considerando que el manicomio estaba dirigido por monjas; pero a un cuerpo necesitado no se le puede reprochar nada.
Dejó de vagar en incoherencias, hombres bailando sensualmente y operaciones algebraicas cuando sintió que la silla de ruedas era detenida y ubicada al frente de una mesa de cristal. El rubio le sonrió a la enfermera a la vez que le decía que no era necesaria su presencia, le tenía plena confianza a las esposas. Luego se volvió hacia él.
ㅡHola, Jungkook. ㅡle saludó con una leve sonrisa.
Debía admitir que de todas las personas en las que llegó a desperdiciar su tiempo pensando que podrían ser su supuesta visita, nunca se le apareció su rostro. Nunca pensó que fuera él.
Él, su primer amor.
Él, el ser más puro y perfecto que había visto.
Él, la razón por la que estaba en ese nefasto lugar.
ㅡPark Jimin ㅡsaludó lentamente, vocalizando las tres sílabas que componían su nombreㅡ. Tanto tiempo sin verte, pensé que ya te habías olvidado de esta pobre y a los ojos de todos, enferma y desquiciada alma.
No recibió una respuesta de su parte, sólo una sonrisa triste y una mirada llena de arrepentimiento a cambio. Jungkook lamió sus labios, escéptico.
ㅡ¿A qué se debe esta visita que, según el protocolo debería alegrarme de tener?
Jimin agachó la cabeza y no emitió sonido alguno, sentía el peso de la mirada de Jungkook en él, se sentía cohibido e intimidado. A su mente llegó el momento en que se decidió por visitar a Jeon, se juró a sí mismo regresar a Seúl con todas las respuestas a sus preguntas. Tomó aire y alzó la cabeza, conectaron miradas por unos segundos antes de que el pelinegro rompiera el contacto y mordiera su mejilla interna. Jimin pudo reconocer en el gesto que su presencia aún le afectaba, Jungkook aún le quería.
ㅡHace unas semanas se cumplió un año de la muerte del profesor Kwong. Visité su tumba junto a su familia, tu papá y tu hermana también estuvieron ahí.
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ΡARANOIA; kookmin
Mystery / Thriller« Y de repente amanecerá en ti, porque él vive en los débiles y los enfermos. » ⇢one shot ⇢pshyco/angst ⇢4583 ㅡo.s que escribí para el concurso de @kkingkomaeda, no es la gran cosa sorry :'v ©floraldae