I: De mudanza en mudanza

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Misma rutina, mismos pasos, misma hora y esos mismos ruidos que consiguen despertame cada mañana.

Tres años igual, despertándome a la misma hora y haciendo casi lo mismo todos los dias.

Dia tras dia el alborotado tráfico de Windport me despierta.

Hace apenas 15 minutos que ha salido el sol, como siempre. Y aunque apenas acaba de amanecer la avenida no puede estar más abarrotada de coches.

A pesar de la altura en la que me encuentro en este edificio puedo distinguir algunas personas dimimutas allí abajo.

De pequeña me encantaba jugar con mi padre a imaginar que la calle era un hormiguero y estaba repleto de hormigas que salian en busca de comida y un buen refugio.

Claro que eso rara vez ocurría.

Al principio lo solíamos hacer mucho. Hasta que cumplí los siete años.

Esa fiesta de cumpleaños a la que nunca acudieron mis padres.

Días antes estuve preparándolo todo con Melly, una nueva criada recién llegada a la casa.

Lo organizamos todo de tal manera que invité a ocho de mis amigos mas cercanos y pensamos en juegos divertidos.

Melly tenía muy buenas ideas y me entusiasmaba celebrar mi séptimo cumpleaños.

Pensaba que me divertiría con mis amigos.
Pero mis padres no acudieron y la fiesta se vino abajo.

Ellos tenian que traer la comida y algunos materiales que necesitaba para los juegos.

Sabian lo importante que era para mí que estuvieran allí conmigo. Aun así, me fallaron y no fueron.

Desde ese día mis padres no han vuelto a pasar casi tiempo conmigo.

Papá tiene una empresa que dirigir y ni cenando somos capaces de mantener una conversación cuyo tema no trate sobre su trabajo.

Mamá ha creado su propia linea de ropa y se pasa el día fuera de casa preparando sus diseños para un gran desfile que pronto realizará.

Nunca les he importado demasiado a mis padres.

Aquel día, aunque estaba triste porque sentía que había perdido a mis padres, supe que no era el fin y que no estaba sola.

A mi lado, como siempre, estaba mi hermana Hazel, junto a mí, Primrose.

Hazel ha sido un apoyo para mi todos estos años, aunque no puedo evitar reconocer que a veces le he tenido cierta envidia.

Pero, cómo no tenerla si tiene unos preciosos ojos grandes y azules como el mar. Además es inteligente como nadie.

Claro que ella no ha sido mi único apoyo.

Mi mejor amiga. Beatrice.

Desde enanas ya era algo más alta que yo, aunque nunca me he sentido acomplejada.

Empezó haciéndome compañia alguna que otra noche en la que mis padres no estaban y acabó convertiendose en otra hermana para mí y, hoy en día, no se que haría sin ella.

Un año después de mi séptimo cumpleaños empezamos con el tema de las mudanzas por trabajo; y así he estado en 10 casas diferentes en 7 años.

Claro que me prometieron no cambiar de colegio hasta que me graduara del instituto.

Ya tenía asentado mi grupo de amigos en North Carolina y supusieron que un cambio de colegio supondría un trauma para mí.

De hecho, estoy muy contenta de que tomaran esa decisión.

Últimamente, estábamos muy pocos meses en nuestras últimas casas. Por eso me sorprendí cuando cumplimos 4 meses viviendo en esta.

Y ya llevamos tres años.

Me levanto de mi cómoda y gigante cama que me encanta y me asomo por el enorme ventanal como siempre.

Son solo las siete de la mañana pero ya hay demasiadas bocinas que suenan a esta hora.

Miro hacia la derecha por la ventana y consigo ver el horizonte, donde se empieza a asomar el sol.

Está resplandeciente, como todas las mañanas.

Me pongo mis pantuflas de andar por casa, esas que tanto me gustan, las que tienen un oso panda dibujado, y bajo por las escaleras.

Aunque vivimos en un piso, no desearía estar en una casa.

Este apartamento es gigante y me encanta, ademas de que está situado en pleno centro.

Bajo escalón por escalón despacito, para no despertar a nadie.

Mi hermana sabe que me suelo despertar temprano pero teniendo en cuenta que su afición favorita es dormir, sé que jamás se despertaría a estas horas.

Me quito por un segundo las zapatillas y así hacer el menor ruido posible a la par que aprovecho cada mínimo tacto con la suave moqueta blanca que hay colocada encima de los escalones.

Cuando toco la fría madera del suelo me vuelvo a poner enseguida los zapatos y lucho contra mí misma para no tumbarme en el sofa y quedarme ahí todo el día.

Abro la puerta de la cocina con cuidado y voy hasta el armario de la vajilla.

Despues de prepararme el desayuno, me siento en un taburete junto a la barra, veo un papel en la encimera.

Es una nota de alguno de mis padres.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2017 ⏰

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