Antesala de un terremoto

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Eduardo entró a su cuarto, tiró la mochila al costado de su ropero y luego dejó caer su cuerpo en la cama de plaza y media. Tenía una tarea pendiente para mañana, pero no la haría. Estaba muy cansado y en ese curso no tenía bajas notas. Pensó que podría permitirse una siesta. Entonces, entró al cuarto Carlos, su hermano mayor. Cerró la puerta apenas entró y le puso seguro. Giró su rostro y vio a Eduardo echado en la cama.

- ¿Qué? ¿No tienes nada que hacer?- Le preguntó Carlos.

- No.- Mintió.- Ahora, si pudieras dejarme...

- La cagué...

- ¿Qué?

- Gordo...- Sus ojos se dilataron y se pusieron rojos. Apoyó su espalda en la puerta y se dejó caer sentado lentamente en el piso.- La cagué...- Su mejilla izquierda fue la primera en sentir una lágrima.

Eduardo se levantó asustado y fue dónde su hermano. Sentándose a su costado, lo abrazó  y Carlos apoyó su cabeza en los hombros de su hermano. Los gemidos y sollozos de Carlos duraron un buen rato.

- La cagué, huevón... No quiero ser una carga para mi padre...- Eduardo lo abrazó más fuerte y solo oía las palabras de Carlos.- Tengo veintiún años y no tengo nada... No puedo decir que algo es mío... y encima, voy a ser padre... la embaracé huevón... la embaracé...- Volvió a apoyar su cabeza en su hermano menor y gimió más fuerte.- No terminé ni la secundaria, hice gastar a mi padre un montón de plata... y yo... solo la cago...- Eduardo lo abrazó tan fuerte como pudo. No sabía que decir.

Mayormente Eduardo, como hermano menor, era quien lloraba en Carlos cuando tenía algún problema de gravedad: iba a ser suspendido en la escuela o un chico de la calle o del colegio le pegaba. Se sentía confundido en esta situación.

Se separó un poco de su hermano mayor y con ambas manos le tomó la cara y le levantó la vista.- Cállate, ¿ok? Nuestro padre ha confiado mucho en ti... no eres el primer padre joven y tampoco serás el último... Compórtate, tienes casi el doble de mi edad...

- Tienes quince...- Aún respiraba agitado.

- Dije casi...

- Igual, estás muy lejos...

- No importa.... ya eres mayor, ¿Quieres apoyar a mi padre? Asume lo que hiciste y ya... Aún eres joven... puedes trabajar y terminar tu secundaria.

- No sabes como me lamento cada noche, gordo... Puta, si hubiera estudiado enserio,... pero no, tenía que intentar ser pendejo,... tenía que fumar en la escuela y ser pendejo...

- Ya fue Carlos... Ya fue... Asume lo que hiciste y ya... Tú mismo lo dijiste... Si tuviste huevos pa' cagarla...

- ...Ten huevos pa' arreglarla...

Se volvieron a abrazar y por unos minutos se quedaron allí en el piso. Después, Carlos se levantó y abrió el seguro de la puerta.- Gracias gordo...

- Te quiero huevón.- Nuevamente lo abrazó. Se separaron y Carlos salió de la habitación.

- Vuelvo...- Dijo desde afuera.

- ¿A dónde vas?

- A buscar chamba...

- Suerte.- Eduardo escuchó el cerrarse la puerta principal de la casa desde su habitación y decidió volver a echarse en su cama. Pero, antes, miró el reloj de la sala. Las cinco y cuarenta, habían pasado casi dos horas. Sus padres llegarían a las diez del trabajo, así que tenía la casa para él solo. Sin embargo, no se le apetecía hacer algo: solo dormir.

Volvió a su cama de plaza y media. Se recostó y sintió un poco de dolor en la cabeza, pero pensó que era por el estrés de lo sucedido. Lo ignoró. Un minuto. Giro de lado. Otro minuto. Volvió a girar. El sueño no llegaba, sin embargo, sus pensamientos ya lo invadían: le debía plata a Javier, un amigo suyo, por una apuesta en una pichanga. Había pensado en pedirle a su hermano que le preste plata; aunque, ahora no era posible. Colocó su cuerpo recto en la cama mirando al techo y con ambas manos restregó su cara. Suspiró.- "Piensa en otra cosa."- Se dijo a si mismo en su mente.

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