-No más damita-
Rolando me sujetó de la cintura y me acercó a él.
-Pensé que solo querías estudiar—reí.
-Sí, eso quería—se encogió de hombros—pero ahora mi mente está en otra cosa—se acercó y depositó un corto beso en mis labios—es tu culpa por provocarme…
-Tú me pediste que viniera, ¿recuerdas?
-¿Y tenías que venir con esos jeans ajustados?
Me encogí de hombros y solté una risilla.
-Te amo, princesa—susurró apegándose.
-Yo te amo aún más.
Abrí mis ojos lentamente.
Sentí un cálido peso sobre mí lo cual me hizo sentir, en cierta forma, protegida.
Parpadeé un par de veces tratando de acostumbrarme a la luz de la habitación, pero al ver a un chico encima de mí me escandalicé terriblemente.
Ronal se quejó dormido y se aferró más a mí.
-¡Eh!, ¡despierta!
-¿Mmm?
-¡Que te despiertes!, ¡Demonios!
El muchacho se despertó lenta y somnolientamente.
-¿Qué haces encima de mí?—dijo enarcando una ceja.
-¡No estoy encima de ti!, ¡tú estás encima de mí!
Ronal ladeó su cabeza y volvió a dibujar una sonrisa de burla y sorna en su rostro.
-No lo creo, chama. ¡Tú estás encima de mí!
Rodeé la habitación con mi vista. Luego miré hacia abajo y sentí como los colores subían a mis mejillas.
¡Ronal tenía razón!, ¡yo estaba encima de él!. ¡Seré estúpida o me caí al nacer?!
Me separé de él nerviosamente y me senté a un lado de la cama.
El chico, por su parte, hizo una flexión y quedó sentado a mi costado con esa sonrisa que tanto me hacía enloquecer…¡de furia!.
Y entonces caí en la cuenta de que él tampoco traía camisa ni nada. Es decir, sus pantalones si estaban ahí pero su pecho estaba descubierto.
¿Quién diría que algún día me encontraría en Venezuela, en una cama, junto a un tipo arrogante y semi—desnudo?
Mi vista se clavó en el suelo. Mi lengua estaba enredada, pero de todas formas solté un: ´Lo siento´, carente de emoción.
