Y aunque pasaran los días, ninguno podía tener un fin. No sabia a que hora se dormía ni mucho menos a que hora despertaba. Solo sabía que si seguía en su rutina moriría. Esa rutina de no cerrar los ojos y juntar las manos y rogar que él volviera. Y es que ella sabía que esperar a alguien no le hace bien al corazón, hace ya días, incluso meses sentía que nada la llenaba.
Llego a cruzar el mar por volver a respirar junto a él y al llegar...
él ya se había marchado,
dejando en la mesita de noche una nota
que tenía fecha de hace ya algunos años
y
ella se dio cuenta que vivió esperando...
su regreso.