Decisiones

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Pov Axel

Tenía a Irving justo como quería, sin embargo me estaba arrepintiendo de lo que hacía, sinceramente a pesar de mis sentimientos tan confusos hacia él, no podía hacerle este tipo de cosas sin sentirme extrañamente sucio. Detuve mis movimientos con parsimonia, observé con atención la escena que yo acababa de crear, detuve mi mirar en el rostro de Irving, en sus ojos cerrados y su boca entreabierta soltando leves suspiros, me di cuenta que detuve mis movimientos justo encima de los pezones de mi amigo(?).

- A-Axel-.  Los retiré de inmediato al escuchar su voz quebrada articular mi nombre, un escalofrio le siguió cuando fui consciente de que ahora sus manos tomaban las mías conduciendolas hacia donde anteriormente me dedicaba a tocar. Fue en ese momento que decidí que ya nada me iba a detener, no era como en la primera vez, ya que en esta ocasión estábamos siendo plenamente conscientes de la situación y juntos nos embargamos en este mar de emociones sin sentido. 

Comenzamos a tocarnos con timidez pero seguros, a sabiendas de como terminaría esta situación, conociendo el lugar a donde nos dirigiamos, nos arrancabamos jadeos y grandes suspiros, el carmin teñia nuestras mejillas pero como saberlo si todo el tiempo mantuvimos los ojos cerrados, solo al tocar nuestras bocas, al acariciar cada extensión de piel ajena se podía saber a la perfección el estado del otro. Pero, esto no era amor, era un simple deber, terminar lo que en un principio habíamos empezado, era una responsabilidad. Las cosas las hacíamos demasiado rápido, no teniamos razón para esperar, el momento se disfrutaba materialmente de cualquier forma, el alarde de los sentidos estaba por las nubes, vaivenes bruscos provocaban el crepitar de la cama no más fuerte que los gemidos combinados que inundaban mis oidos, todo en busca de la sensualidad más íntima que se revela de una persona. Todo hasta que la manifestación física del éxtasis carnal se hizo presente entre y sobre los dos, porque llegado el fin, ninguno de nosotros fue capaz de seguir despierto y como animal moribundo, sin fuerzas y mareados nos rendimos al acechador cansancio entregándonos al sueño.

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Después de aquel día, la situación entre nosotros había retornado a la normalidad, hicimos como si nada hubiese pasado, saciamos la sed de beber del cuerpo del otro y no volvimos a tener la necesidad de repetir semejante historia otra vez.


Mis compañeros del 103-B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora