Trouble ✯ JiKook ●

Prólogo.

Busan, 16 de Octubre de 2015 03:05am

El alcohol nunca nos ha ayudado en nuestra relación, por mucho que me cueste admitirlo, el hecho de que los dos estuviéramos borrachos, empeoraba mucho el amor que siento por él.

Lo veo bailar por la habitación del hotel, con los ojos cerrados y susurrando una canción que no reconozco. Sus caderas se mueven de un lado a otro, y su torso desnudo me saluda. 

Es la primera vez, en todos estos años en los que llevo enamorado de él, que te veo de verdad, no idolatrandolo, pero disfrutando cada trocito de piel, cada lunar, y cada cicatriz. 

-Jungkook- digo con una sonrisa-. Vamos a dormir anda, ya son las tres de la mañana y como mañana no estemos en casa pronto nuestros padres nos van a matar. 

Me recuesto en la cama apoyando mi cabeza en la almohada y cierro algo los ojos, sin apartar la vista de él.

-Eres un aguafiestas hyung.

Jungkook se sentó en la otra cama y me miró.

-Jimin, ¿puedo preguntarte algo?

Asentí, volviéndome hacia él.

Vi como se removía un poco en su sitio, y se ponía las manos en lo oídos, nervioso, dejando aparecer una pequeña sonrisa. 

-¿Alguna vez has pensado en besarme de nuevo?

Me quedé petrificado por unos segundos, y luego, luchando contra el sentido común, mi borrachera actuó, sentándose en la cama, frente a él. 

Nuestras rodillas se tocaron y oí su pequeña risa. 

- ¿Tú piensas en besarme de nuevo?- le puse las manos en los muslos, acercándome más a él. 

No me contestó al instante, sino que pasó su mirada lentamente por mis manos, mis brazos, mi torso y mi cara. 

Me miró a los labios, y, por alguna razón supe reaccionar, levantándome lentamente y sentándome encima de él. 

No era la primera vez que estábamos en esta posición, pero por alguna razón, se sentía diferente.

Me besó en el momento en el que me coloqué encima de él, y agradecí a los dioses  mi pequeña estatura, ya que encajaba perfectamente en su cuerpo. 

Al principio, el beso era casto, suave, y patoso por culpa del alcohol, pero cuando me agarró las caderas y abrió la boca, mi cuerpo reaccionó al instante. 

Moví mi cuerpo encima de él, haciendo que gimiera levemente. Nuestros pechos se tocaban, nuestras erecciones estaban rozándose por encima de nuestra ropa interior, y por un segundo, sólo un segundo, pensé en parar. 

En no destruir nuestra amistad.

Nuestros otros besos habían sido también por culpa del alcohol, pero habían durado segundos, no habían llegado a más, y acabábamos haciendo como que no nos gustaba. Pero ahora no habían excusas, no habían padres llegando a casa o amigos riendo a nuestro alrededor, así que, por instinto, hicimos lo que teníamos que hacer.

Entre besos, mordiscos y gemidos, hicimos el amor, desnudándonos el alma. 

-Jiminah- me dijo dos horas después- dí mi nombre.

Yo estaba apoyado en su hombro, abrazado a él como cual koala, y, sorprendentemente, me sentía vivo y a la vez muerto. 

Lo miré pero él tenia la vista fija en el techo.

-¿Por qué quieres que diga tu nombre?

Me volví a apoyar en su hombro y cerré los ojos, con una pequeña sonrisa colocada en mi cara.

-Porque quizás después de esta noche no lo vuelvas a hacer de la misma manera.

No pensé mucho en la frase.

Estaba cansado y tenía mucho sueño, así que justo antes de notar como me quedaba dormido, susurré su nombre, y podría jurar que lo noté llorar.

Pero bueno, también podría haber sido el cansancio.