Me dejo caer contra la pared, preguntándome si vale la pena seguir intentándolo. Si realmente merece la pena intentar salvar algo que se hunde. Como el Titanic. Si hay alguna posibilidad de salvar algo que está avocado a romperse en dos y yacer en el fondo del océano.
¿Dónde está la llama que nos iluminaba? ¿Dónde ha ido la sensación que invadía mi cuerpo cada vez que me tocaba, cada vez que escuchaba su voz? No puedo creer que todo se haya ido.
Los recuerdos inundan mi mente, transportándome a uno de los días más felices de mi vida.
-¿Quieressalirconmigo? Buenosinotienesplanes. –dijo a toda velocidad, nervioso.
-Sí. –respondí, siendo la chica más feliz del mundo. –A lo primero quiero decir. –añadí rápidamente.
Ese día, el sol brilló más de lo normal, los colores refulgieron con mayor intensidad.
El día siguiente, nuestra primera cita, no figurará en los anales de la historia como la mejor cita de todos los tiempos, pero marcó un antes y un después en mi vida.
Creo que nunca un simple helado supo tan bien.
Una triste sonrisa melancólica se instala en mis labios, trayéndome el sabor agridulce de los recuerdos que un día me hicieron feliz y ya no volverán.
Otro momento vuelve a mi mente, algo más tarde en el tiempo.
Cumplíamos un año juntos. Sus ojos azules llameaban con alegría, sus brazos rodeaban mi cintura.
-Te quiero.
-¿Seguro?
-Tan seguro como de que la Tierra gira alrededor del Sol. ¿Tú me quieres? –pregunta, fingiendo incertidumbre.
-Te quiero.
Me besó.
Una lágrima se escapa de mi lacrimal.
¿Dónde quedaron las promesas? ¿Las palabras que nos dijimos? ¿A dónde se fueron?
Me duele saber que han sido tan fácilmente olvidadas.
Mi corazón, maltratado, se rompe un poco más cada día.
No sé si soy capaz de aguantar más la incertidumbre, mi amor se destruye un poco más a cada golpe.
Muy lejos está ya ese amor dulce e inocente que nos daba la vida, solo quedan pedazos de algo que nos destruye y nos mata un poco más cada día.
Supongo que es verdad eso que dicen.
El amor es ciego, y el final es triste.