Ella la espectadora

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Hasta ahora se había jurado que estaría contenta con la soledad.

Ya se había acostumbrado a convivir consigo misma incluso se estaba empezando amar por completo. Se convirtió en una solitaria que gozaba de recorrer las calles armando historias absurdas en su cabeza de todo lo que se encontraba a su alrededor; describía todo lo que veía desde un perro, un gato e inclusive la pareja feliz que pasaba por su lado que estaban tan concentrados en su mundo en el cual se profesaban amor eterno.

Esa era su rutina y por supuesto que la disfrutaba. Su soledad era una burbuja que le brindaba seguridad, con certeza se repetía que nunca lograría ser rota por ningún otro ser humano.

Ella no era el personaje principal, tampoco el secundario o ese que se encargaba de iluminar a los actores, y mucho menos el que se encargaba de subir o bajar el telón, en conclusión no era una parte fundamental en el reparto.

Formaba parte del público, era aquella mujer que se embelesaba con la actuación de esa legendaria función titulada vida.

Ahí se encontraba en la última fila, observando como la multitud en el escenario perdía la razón cuando caían en el amor.

Después de un tiempo se convirtió en la espectadora principal en esa obra, lograba observar como todos los protagonistas eran encontrados por el amor y consecutivamente se regocijaban, vociferando con pasión que la experiencia de amar y ser amado era enteramente necesaria para el ser humano

Siempre justificaba que el amor era una fantasía absurda que solo existía en los libros que leía con devoción, poseía la fiel convicción de que estaba atrapado entre las letras que se convertían en poesía.

Entre el gran bullicio de pensamientos que rondaban en su cabeza, se susurraba con espíritu «Eso del amor nunca será para mí, soy feliz con mi soledad». No obstante se preguntaba continuamente:

« ¿Cómo se sentirá eso de amar y ser amado? »

« ¿Será que algún día amare y seré amada con la misma intensidad y correspondencia?»

Solo a veces pasaban esas preguntas sin respuestas por su mente.

Ocasionalmente soñaba con un desconocido caballero que venía a su búsqueda, el cual llegaba a quebrantar toda esa barrera de seguridad que pronunciaba y vociferaba como cartel de bienvenida «No te acerques, puedo percibir que no tienes buenas intenciones». 

Y aunque todo eso pasara en los sueños de ella, soñaba que era amada, que amaba con todas sus fuerzas, sin vergüenza, sin miedo, sin prejuicios, soñaba que sentía y sobre todo lo imaginaba a él sin conocerlo.

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