Un hogar.

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Era una cálida noche de verano, dos seres se encontraban observando el cielo estrellado que los cubría. Ambos se encontraban callados, pero no era una situación incómoda, al contrario, los dos disfrutaban de esa paz y tranquilidad que sólo el silencio les proporcionaba, hasta que uno de los dos decidió romperlo.

– ¿Sabes...? – comenzó a decir un chico de cabellos rubios, llamado Lucas – Cada vez que me paro a mirar el cielo pienso en ti, en como te conocí hace unos escasos meses. – hizo una pausa y se giró hacia el otro ser – Pero aún no sé nada sobre ti, Allen, únicamente que no eres de este planeta y que huiste del tuyo, pero no puedo conformarme con eso, no quiero conformarme, y lo sabes muy bien.

Eso dejó a Allen un poco descolocado, había intentado evitar ese momento el mayor tiempo posible, pero también era consciente de que Lucas se había contenido ya demasiado tiempo para preguntarle.

– No sé por donde comenzar. – dijo parando unos segundos para pensar lo que diría a continuación – Cómo ya sabes, no soy de este planeta, ni de esta galaxia a decir verdad. El nombre de mi planeta es Belerk, una tierra todavía no descubierta por los humanos, pero como he podido observar, no es tan diferente a la vuestra, solo tiene una gran diferencia: los estamentos por el color de la sangre.

– ¿Tenéis diferentes colores de sangre?

– Así es. – contestó el alienígena, siendo lo normal para él – Los seres de mi planeta pueden tener una gran variedad de colores de sangre, los cuales definen el estatus social de cada individuo, siendo el rojo el color mas marginado socialmente, como símbolo de pobreza y el magenta el color más alto en nuestra escala social, denotando poder y riqueza. Como has podido ver, mi sangre es roja, lo que quiere decir que soy un sangre baja. El color de mi sangre no sería ningún problema en tu planeta, por ejemplo, pero en Belerk te hacen sentir vergüenza de poseer algo que no has podido escoger, nos tratan realmente mal, nos desprecian, insultan y abusan de todas las maneras posibles, es horrible vivir en esas condiciones.

– ¿Es por eso que decidiste huir? – preguntó el chico.

– Exacto. Decidí huir de ese desastre de planeta y acabé aquí aleatoriamente. Por suerte, te encontré y me aceptaste, cosa que nadie había hecho antes; no me despreciaste en un principio e incluso me pusiste un extraño mote derivado de mi nombre real, Alleweenbert, lo que supuse que era una muestra de cariño y amistad. – Lucas no sabia muy bien que contestarle, nunca se había encontrado en una situación parecida.

– Por si te lo preguntas. – prosiguió – No pienso volver a Belerk, por mucho que pueda extrañar mi hogar, si se le puede llamar así, o a las personas que llegué a conocer allí, no quiero alejarme de ti, la única persona que me ha querido y enseñado a disfrutar la vida.

– No tienes que volver. – la sinceridad de la respuesta sorprendió a Allen – Tal vez tu hogar, como dices, no sea ese, sino aquí, conmigo. Tal vez ese hogar del que hablas no sea precisamente un lugar, una casa o un planeta. Éste puede ser una persona, la que te ayuda a aceptarte a ti mismo y te tiende la mano para que no te hundas.

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