thirty four

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El silencio en la habitación se cargó de una tensión palpable después de la última confrontación. La decepción de la madre se había convertido en un peso tangible, y el rostro de Rebeka mostraba una mezcla de ira y frustración mientras se mantenía de pie, frente a ella.

La mujer se sentó de nuevo detrás de su escritorio, la mirada fija en Rebeka, evaluando cada detalle de su postura, cada expresión en su rostro. Sus ojos, normalmente implacables, reflejaban ahora un brillo frío, como si estuvieran buscando algo más en su hija, algo que le permitiera seguir confiando en ella a pesar de los recientes errores.

—Rebeka —dijo, su voz era una mezcla de cansancio y enojo contenido— ¿qué demonios te hizo pensar que podías cometer un error tan básico? Solo tenías una tarea, una tarea que debería haber sido pan comido para ti.

La nombrada bajó la mirada, sintiendo el peso de la acusación sobre sus hombros. Sabía que su madre tenía razón, pero el fracaso era algo que no podía soportar. Levantó la vista lentamente, el desafío en sus ojos apenas disfrazado.

—Lo sé, madre. No pensé que alguien me vería —respondió con voz tensa— fue un descuido, y te pido disculpas. Pero realmente no fue mi intención arruinarlo todo.

La mujer frunció el ceño, su expresión una máscara de desaprobación.

—¿Descuido? No puedes permitirte errores de ese calibre. No es solo tu incompetencia lo que está en juego, Rebeka; es todo el plan, todo el trabajo que hemos hecho. Lo arruinaste todo con una simple torpeza.

La frustración en la voz de la madre se hizo más evidente mientras hablaba. Se levantó, la furia en sus movimientos contrastaba con la calma tensa que había mantenido antes. Caminó hasta el otro lado del escritorio, donde Rebeka seguía de pie, y se detuvo justo frente a ella, el rostro a solo unos centímetros del de su hija.

—¿No te das cuenta de lo que esto significa? —la mujer dijo, su tono bajando a un susurro amenazante— tu incompetencia podría destruir todo lo que hemos trabajado para construir. El fracaso no es una opción en nuestro mundo.

Rebeka intentó mantener la compostura, pero el miedo y la ira se mezclaban en su mente, haciéndola temblar. La intensidad de la mirada de su madre la hacía sentir como si estuviera al borde de un precipicio.

—Estoy dispuesta a corregirlo —dijo finalmente, con un tono que intentaba transmitir determinación— haré lo que sea necesario para enmendar este error. No te fallaré de nuevo.

the auction (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora