Me dieron como receta, para este corazón cansado, el olvido, que el tiempo pasara por encima de mi cuerpo y recuerdos. Me aseguraron que pronto todo se enterraría, que mis ojos ya no verían más lo que ya no poseían. Pero el tiempo pasa y cada vez tengo más temor al momento en que la tormenta que habita en mi interior se calme, porque la incertidumbre es lo que me mantiene con vida, como un náufrago ama la brisa cuando está a la deriva. Puede que sea la receta perfecta para este corazón, pero el que olvido usa, olvidado queda, pues si tiene que llevarse lo que en mis ojos habita, prefiero ser ciego poeta, que un romántico que no sabe para quien van sus letras. Como una canción de nana, como el deseo tras apagar las velas, tan trasparente, tan frágil y superfluo, que parece nada y se convierte en todo en el ansia de un pecho que se cansa al igual que se agita, que se devora al igual que se sacia, que es a la vez de noche y de día aquí dentro...