Capítulo único.

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Martín suspiraba otra vez, no entendía la razón de la chilena por pelear con algo tan trivial. ¿Cuántas veces le repetiría que no eran hermanos? Esa excusa le dio España para no andar juntos, o al menos castigar a su ex colonia cuando le pertenecía. Él la amaba y producto de eso, había una vida en el vientre de ella a punto de nacer. No la quería poner nerviosa, por lo que trataba de explicarle con paciencia (que no era un don suyo) a la chilena que no compartían sangre, no al menos de esa manera. Que sí, eran hermanos latinos, nada más. Sí, también compartían territorio. Sí, también tenían pueblos autóctonos compartidos. ¡Pero eso no los hacía hermanos de sangre!

—Manuela, por todos los cielos, que te quedes tranquila. No somos hermanos, nada le va a pasar a nuestro hijo —le decía mientras tocaba el vientre de ella, sintiendo que estaba durito porque ella andaba tensa —. Amor, hacelo por el bebé, no le hace bien —le dio un besito en la mejilla, acariciando el rostro con sus dedos y sintiendo cómo el pómulo estaba húmedo. No, por dios, no. Odiaba verla llorar, le hería mucho. Más sabiendo que era su culpa (a pesar que no lo fuera).

—Mi amor, en serio, no va a pasar-- —no pudo terminar ya que lo interrumpió.

—¡Claro que va a pasar! Mi hijito va a nacer con colita de chancho por tu culpa —le gritó llorando alejándole, no lo quería cerca. Estaba enojado con él —. ¡Sabía que no lo tenía que hacer contigo! ¿Por qué lo hiciste conmigo? —preguntó molestada. El argentino no hizo más que verle los senos, dando a entender que esas dos eran muy buenas razones.

La chica se cubre el pecho y mira mal a su pareja, pero justo cuando estaba por echarlo de la habitación, rompió fuente. El rubio nota esto al ver el piso mojado. Se puso histérico, no sabía qué hacer. Se movía inquieto, pero al verse idiota haciendo eso, ayudó a su mujer acostarse en la cama, tratando de calmarla para después ir con la nana de ella. Bajó corriendo de la escalera, la buscó por todos lados y no la vio. Oh, mierda.

—¡Puta madre! —gritó mientras buscaba al menos alguna mujer que ayudara o alguien que llamara a la partera del pueblo, pero nada.

El rubio tragó pensando que tendría que ser él que ayudara. Se puso firme, la joven nación sería quien ayudara a parir a su mujer. Trató de recordar que de niño, siempre lo cuidaba una criolla, que por una razón u otra terminaban pariendo siempre cuando estaba en su presencia. Recordó que debía calentar agua, buscar un trapo y unas tijeras para cortar el cordón. Así que con todo el apuro del mundo, empezó a preparar todo. Teniendo todo listo, fue corriendo a la habitación. Vio a Chile acostada, gritando por el dolor, haciendo muecas y eso a él le entró a preocupar.

—Amor, escúchame, te voy ayudar yo —dejó las cosas en el suelo y ayudó a su mujer acomodarse, quitándole las prendas que la cubrían de la cintura para abajo. Notó que ella se avergonzó un poco, así que fue diciéndole cosas bonitas así se calmaba. Hizo que separara las piernas y empezó a decirle que pujara.

Los gritos de dolor se escuchaban en toda la casa, mientras la chilena seguía pujando. Estuvo así un buen rato, hasta que su novio dijo que veía la cabecita, que hiciera un esfuerzo más. La joven siguió así, continuó hasta que un momento se hizo un silencio absoluto que fue interrumpido por el llanto de un bebé. Ella exhausta se tiró por completo en la cama, esperando que él le trajera su bebé.

Martín al ver a su bebé entre sus brazos se emocionó. Su hijo, un varoncito. Era rubio igual que él, aunque le notaba cierto parecido a la mamá. Lo limpió con cuidado con el agua tibiecita al cortar el cordón. Le puso el trapo que había encontrado y se le acercó a ella. La chilena se emocionó, llorando un poquito.

—Es rucio igual a ti —comentó al tocarle el pelito —. Su colita —dijo al sacarle la tela, sonrió tranquila al ver que no tenía.

—¿Ves? Te dije que no iba a nacer así —rió el rubio y negó dándole un beso —. Aunque con lo gordo que es, sí parece un chanchito —suelta una carcajada.

—¡Martín! —le llamó la atención.

—¿Qué? —preguntó haciéndose el tonto.

—Te amo, tonto —dijo al darle un besito. Ella estaba feliz, al final tenía un hermoso hijo del hombre que amaba y sin ese mito del campo que decía que los bebés nacían con colita de chancho si era hijos de hermanos.

—Yo igual —la besó suavemente.

Sin darse cuenta, ya eran una familia. Una familia chanchito.

Fin.

Autora.

Ahhh, es el primero que llego con el tiempo, pero casi límite. Sin explayarme más, quería decirle, que este fic, me ayudó mi waifu diciendo sobre este mito del campo en Chile ewe. Espero que les guste, mañana el próximo reto!

Chanchito con cola [ArgChiWeek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora