Capítulo 2

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El aroma de las flores le dio la bienvenida, y los rayos del sol que alcanzaban a filtrarse entre las nubes la abrazaron, hacía años que no pisaba ese lugar, los jardines que solían ser privados cuando su mamá vivía

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El aroma de las flores le dio la bienvenida, y los rayos del sol que alcanzaban a filtrarse entre las nubes la abrazaron, hacía años que no pisaba ese lugar, los jardines que solían ser privados cuando su mamá vivía.

Irymia sé recordaba siendo una niña feliz en esos jardines mientras sostenía la falda de su madre, que, a su vez, saludaba con dulzura a las flores que tanto amaba. Se recordaba admirando la belleza que aquella mujer tenía, recordaba disfrutar acariciar su rostro, un rostro que ahora no habitaba en su memoria. Siempre quiso ser como ella, y lo era, su padre lo repetía mucho, Irymia tenía las características de una insule, pero era la viva imagen de su madre.

Siguió caminando mientras veía esa avecilla blanca revoloteando entre las flores, sonrió ligeramente mientras Twigga se divertía, hacía años que no pisaba ese lugar, de hecho, ese no había sido su destino. Se dirigía a sus aposentos cuando la vista del jardín la llamó.

Tal vez se debía a qué durante días se había estado sintiendo extraña, como si algo en su interior estuviera incompleto y buscara desesperadamente su otra mitad, tal vez era la edad que la estaba llamando, o la ausencia de aquel aroma tranquilizador en el risco.

—¿Princesa? —Aquella voz que tanto odiaba la sacó de su tranquilidad.

Inmediatamente la avecilla voló aterrizando en el suelo produciendo una luz blanca, para luego tomar la forma de la pantera gruñendo al intruso. El hombre que ya se esperaba algo así no se dejó intimidar, siguió a Irymia que ignorándolo continuaba avanzando.

—Hace mucho que no la veía fuera del palacio. ¿Qué hace aquí? —Preguntó con ese tono dulce y jovial que tenía su voz.

El cual la princesa detestaba, ella conocía la verdad detrás de aquel rostro, sabía de las mentiras que ocultaba su tono, ese chico en especial no le agradaba.

Marciel Cisero Basil era el único hijo varón, y primogénito de la mano derecha de su padre, el Duque Jackus Basil, era un hombre que fácilmente se describía como apuesto, amable, noble y muy considerado, el mejor prospecto a esposo, el hombre perfecto que todas las mujeres deseaban, claro, todas excepto Irymia.

Al haber crecido juntos, Irymia fue testigo de las atrocidades que aquel niño mimado cometía, sabía de sus amoríos y como abusaba de su poder constantemente. Y luego, cuando entraron a la adolescencia, el barón tenía pensamientos tan asquerosos y fuera de lugar con ella. Aprendió desde muy joven que era mejor mantener su don apagado estando cerca de él.

Lo peor llegó cuando le contó a su padre todo aquello, y él lo atribuyó al supuesto enamoramiento del joven hacia ella.

—Por si su escasa agilidad mental no le permite recordar, joven Basil, esta es mi casa —espetó.

—Me refiero a en este lugar, su alteza, en el jardín —explicó apenado y con las mejillas sonrojadas, fingiendo, como siempre.

—¿Acaso no puedo estar en este lugar? Pertenece a mi palacio, a mi imperio, —su voz altiva la hacía ver pedante, pero eso a ella no le importaba.

Cristal y Niebla (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora