Prólogo.

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No sé cómo habíamos llegado a esto pero ya estaba completamente harta de toda esta situación.

Cuando estuve segura de que nadie me seguía, me senté bajo un árbol y me descalcé. Tenía los pies repletos de callos y heridas de las que manaban sangre tras haber corrido durante horas.

Abrí la mochila de las emergencias.

-Oh, mierda.

Al parecer Aiden había descubierto el escondite de mi mochila y había hurgado en ella un par de veces para birlarme comida. Susurré una palabrota entre dientes ya que solo quedaban varias barritas de cereales, una caja de zumos, una lata de sardinas y otra de anchoas para comer.

En fin, ya no se podía hacer nada. Cogí las vendas y el agua oxigenada, que es lo que andaba buscando. Me limpié las heridas de los pies y los vendé, ya que iba a seguir caminando en cuanto me recuperase y no quería forzarlos mucho.

Miré mi muñeca izquierda. Dios, estaba repleta de sangre.

Me limpié las heridas de ésta, allí donde me había agarrado mi madre con tanta brutalidad y me había clavado sus uñas, lo mejor posible y sin chillar, aunque acabé llorando a mares. Quería hacer el mínimo ruido, solo por si acaso.

Cuando terminé, me la vendé y apoyé finalmente la cabeza en el árbol, exhausta.

Ahora, era cuando me fijaba en lo cansada que estaba. Tenía las piernas agarrotadas y un dolor de cabeza insoportable.

El cuerpo me pedía un descanso que yo no podía darle. Tenía que estar alerta, no fuera a ser que apareciera uno de... esos y me abriera en canal para comerse todos mis órganos internos. No.

Lo máximo que podía permitirle era eso. Estar sentada bajo un árbol respirando.

Respirando. Tenía que dar gracias por ello. El corazón todavía me iba a mil por hora.

Era agotador pensar lo que me quedaba de camino, pero tenía que llegar a la zona horaria de Gyneth para avisarla. Porque puede que esto sólo hubiera pasado aquí por el simple hecho de que somos una de las zonas horarias más pobres y nuestra televisión a veces tenía interferencias. La de cambios que tiene ser de la zona 20:00 y no de la 17:00. Guau.

Los párpados ya empezaban a pesarme y mis extremidades ya comenzaban a dormirse cuando oí un ruido a mi derecha. Había alguien.

Cargué con la mochila y cogí la pistola que tenía en el regazo porque presentía que si me levantaba, no sería capaz de estar mucho rato en pie. Estaba perdida.

-¿Quién anda ahí?

Time's upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora