Miradas angustiadas, idas. Las preguntas prohibidas, el whisky a la medianoche.
Cansancio. Pero yo era feliz... Se supone.
Dibujaba y dibujaba mientras escuchaba música y regalaba dibujos en la ilusión de que hacía feliz a gente desilusionada.
Rezaba creyendo en un dios. Rezaba de verdad, porque no quería que nadie se muera.
Y entraba al hospital, regalando flores. La gente me adoraba.
Creí que era especial. Que alguien iba a escuchar.
Tanta inocencia podría pensar que era mentira. De no ser porque yo la tuve.
Y luego... Todo. Inexplicables algunos sufrimientos, mejor dejarlo ahí.
Y sumarle los prejuicios horribles, los celos, esas cosas de mierda que nombramos a diario pero que son capaces de matar.
Esas jaulas. Esas jaulas pintadas de colores, terminaron por matar mi ilusión.
Opaco. Opaco como esos antiguos espejos.
Ahora me duele todo. Me duele el mundo. Siempre me dolió, pero ahora me duelo yo.
¿Dónde estuve todo este tiempo?
