Sequía

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La gota extendía la palma al pétalo de la flor, sus pies gordos no hacían competencia con la sin color; una charla trivial y el danzón comenzó. La primera era precipitada sin respetar el ritmo de la segunda quien, enojada, terminó por darse la media vuelta con brazos cruzados. Exigía perdón, mas el orgullo terminó de doblegarse por la encantadora disculpa con música lenta en la pista de tierra. El aire aplaudía a los nuevos amantes.

En un soplido, Takanori quitó rastros de rocío al lirio japonés, en tiempos de guerra la naturaleza era el regalo más preciado incluso en el lúgubre cementerio. La lápida tenía enmarcado un 'Hikari Matsumoto' trayéndole recuerdos de meses atrás, gruñó entre dientes. Con rabia arrancó la flor rosada quitando el rastro de gotas en hojas y tallo; cuánto hubiese deseado que los cerdos fueran los decapitados.

La ansiedad carcomía y cobardemente destruyó el lirio apretándolo contra su palma. Una pequeña choza como él era sostenida por dos pilares; padre y madre habían muerto por razones contraproducentes y él quedaba a cargo de su hermana menor, con la muerte de ella la balanza quedaba incongruente y él no podía cargar con el peso adverso. No era la búsqueda de lástima y la compasión, si alguien lo pensara así debía asustarse de la risa irónica al tirar los restos de la flor en la tumba.

Sus manos estaban cansadas y los ojos también de ver tal desgracia; las emociones eran confusas. Se dio la media vuelta de regreso a casa cargando la cruz de su condena, se había desecho de la razón para estar ahí: el perdón.

Takanori caminó entre calles vagas, sus manos frías no sentían el viento enredando los hilos de aire entre ellos. Cada paso era una gota cayendo sobre sí, chocaban precipitadamente concluyendo en el bello placer de la vida, la lluvia. Amarga y solidaria con aquel; era una tontería creer que Dios lloraba por él, el Padre de todo desde hace mucho tiempo lo había abandonado. Más que lástima, era el silencio obscuro ganando batalla contra la luz parpadeante del poste donde recién pasaba. Cruzó los brazos y levantó los hombros protegiéndose de la naturaleza, después emprendió huida en busca de refugio.

No era buena idea liarse de un árbol si se trataba de una tormenta eléctrica, tampoco de una sombra parada al otro lado del tronco. La sombra alta aclaró la garganta, el hombre camuflado se cubría la cabeza y parte de la cara con la capucha obscura. Hizo caso omiso al acompañante mirando el asfalto de la avenida solitaria, el tiempo se hacía eterno.

—Es una noche con sabor amargo; los lirios lloran—comentó. Takanori miró de reojo al extraño ignorándolo de nuevo—. ¿Qué sabor tiene la esperanza?

Esta vez fijó la vista a demás sombras plasmadas del muro al otro lado de la calle. Sí, captó el mensaje del enviado por Dios.

Quien controlaba las emociones tenía poder en un todo; en la felicidad y tristeza, tangible e intangible, el equilibrio y la abstracción. La idea podía ser errónea con las piernas fallarle en medio de la carrera contra los atacantes luego de pisar un charco y caer. Sus cabellos temblaban contra el rostro, el cuerpo quería fundirse con la humedad del clima mas quedaba conformarse gruñendo para sí mismo al ser acorralado. No pediría ayuda porque el orgullo no le permitía hablar, tan solo una pizca de inteligencia le dio la idea de esconderse detrás de un contenedor de basura.

El oído era el sentido mejor desarrollado, el izquierdo prestaba atención a las gotas caer y el adverso a las pisadas con respiraciones de cada contrincante. Del abrigo sacó una de sus favoritas listo a disparar, 'élite' no podía tener un final tan mediocre.

El más distraído cayó al apuntar la pierna, los otros se escondieron entre los muros sobresalientes del callejón contratacando con la repentina de balas. Se protegió exponiéndose lo más posible en la esquina del viejo ladrillo y el metal sucio maloliente; una emboscada era normal en noches paradisiacas. Los pensamientos se vieron interrumpidos con una bala atravesando el lateral del basurero, cuando el ruido cesó fue el momento de atacar, sin embargo el panorama que se mostraba era diferente.

LiliumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora