Dioses Egipcios

VI

Zack

Estaba consiente de lo que hacía pero no quería hacerlo, empuñé a Emmerdigth en la espalda de mi hermanastra y la espada se hizo presente, su sangre era poderosa, capaz de limpiar la corrupción de mi varita, eso fue lo que me dijo la voz que en esos momentos tenía posesión de mi cuerpo, así fue, Emmerdigth ya no era violeta y sus espinas desaparecieron mas la marca en mi brazo se mantuvo, lancé la espada e intenté controlar mi cuerpo pero lo único que pude hacer fue recitar un hechizo de curación y llevar a Maya a las profundidades del templo, eso era parte del plan al parecer ya que después solo caminé hasta mi espada, una amenaza hacia Seth salió de mi boca y con un giro sobre mis talones me dirigía al trono de Ra, en ese lugar una especie de teletransportador me llevó de vuelta a la Tierra.
Estaba frente a las pirámides, la construcción había sido finalizada hace años, pero estas parecían recién iniciadas, no era la tierra que conocía, cientos de esclavos llevaban enormes bloques de arena prensada sobre grandes carretas de madera atadas con cadenas a sus débiles y maltratados cuerpos. Uno por uno los bloques eran apilados pegados con más arena y limados desde dentro para crear una cavidad perfecta.

En mi cabeza solo estaba la idea de que había dejado a mi hermana herida en un templo flotante, Seth le había arrancado su ojo y Horus estaba casi derrotado en el borde apunto de caer en el mar del sol, eso fue lo último que vi. La amenaza no parece haber afectado al maligno dios pues no llegó tras de mí, tan inútil fue que quedé atrapado en un siglo desconocido, pasó el día y la noche cayó fulminante, debería tener sed y hambre, estar quemado hasta lo más profundo de mi piel pero solo sentía un vacío. Dormí sobre la arena hirviendo, la noche me enterró en ese desierto y el amanecer me sacó de ahí, así pasaron más días y noches, semana tras semana, mes tras mes, no había rastro del dios ni de mi gusto por la comida, la sed solo aparecía después de tragar kilos de arena. Emmerdigth estaba seca, parecía una rama de arbusto del desierto, varias veces la confundí con combustible para el fuego, pero al ser mágica no se quemaba en lo más mínimo.