CAPÍTULO 3

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Leah.

Siempre he tratado de hacer sentir a los Clade orgullosos de mí, pero en el camino he perdido mi esencia y mi propia felicidad para perseguir la de otros y sólo he conseguido que me apoden "la hija pérdida del General", "la Clade sin hogar" como dijo Kam, "la hija de nadie".

Estoy sentada junto a un rio cerca del territorio humano acompañada de los sonidos del amanecer. Acabo de cometer un error y uno grande.

Un lince se acerca a beber agua, pero en el momento que siente mi presencia me rugue sintiéndose amenazado y se aleja corriendo. Es el efecto que los Clade tenemos en los animales, somos las bestias más peligrosas.

Apoyo mi barbilla sobre mis rodillas y cierro los ojos mientras ese golpeteo molesto comienza otra vez en mi cabeza. Miro los cuerpos de los humanos tumbados a lo lejos. ¿Por qué demonios los rescaté? ¿Por qué no los dejé morir devorados por el ermitaño o simplemente los dejé para que La Guardia los encontrara y los matara?

Fue ese hombre... sus ojos... Dios, sus ojos son muy azules, son de las pocas cosas que me han sorprendido en mi vida. Fue la maldita forma en la que me miró lo que me impidió largarme. Hay algo en sus ojos que me paralizó y aquí están las consecuencias.

La hija de nadie vuelve a joderlo todo.

Es un simple humano y me miró entre las sombras anoche ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo sabía que yo estaba oculta ahí? Yo soy el cazador, él mi presa, los papeles no se invierten nunca.

Agacho la cabeza lamentándome otra vez. Los humanos no han despertado todavía. Aunque me da igual si lo hacen o no, ellos no son mi problema.

Pensar en la ronda me hace pensar en La Guardia y en mi padre. Si ellos descubren mis rastros en la pelea con el ermitaño, estoy muerta.

Lo único bueno de esto es que cobré venganza por esa noche en el pub con esos ermitaños. Fue un error quitarle a su presa, pero en ese momento no lo pensé, además no está muerto, lo dejé herido solamente.

Miro un punto vació sobre la hierba y una duda me viene de repente. ¿Quién tiene la culpa de las muertes en el bosque? ¿Nosotros por ser el cazador o los humanos por seguir el susurro con el que los atraemos?

Ellos no tienen opción, en el momento que caen en ese suave y dulce sonido quedan sin voluntad, sólo lo siguen directo a nosotros, pero a veces nosotros tampoco tenemos opción, queremos alimentarnos.

Cuando la ira atrapa a un Clade y tu naturaleza sale, el apetito se hace desesperado e incontrolable, por eso nos llaman el demonio come humanos.

El cielo se ilumina de color naranja y los animales del bosque comienzan a oírse. Estiro mis extremidades y un gruñido se queda atorado a la mitad de mi garganta. Levanto mi rostro hacia el delicioso calor del sol. No hay sensación que se compare a esto. No hay mejor hogar para nosotros que el bosque.

Una rama seca se parte, abro los ojos de golpe y me incorporo, pero al volverme impacto contra un torso duro y me tambaleo hacia un lado. Unas manos masculinas me toman de los brazos para estabilizarme.

Dos cosas se aclaran en mi mente. La primera, no escuché a ningún Clade acercarse, la segunda, él no es un maldito Clade.

—Esas ramas son traicioneras, ya me han golpeado un sinfín de veces — habla y me tenso mientras lentamente levanto los ojos encontrando frente a mí a uno de los humanos, el que me pidió ayuda.

A plena luz del día puedo verlo mejor, es un humano muy común, viste unos pantalones de traje con una camisa doblada hasta sus codos, su ropa es extraña para estar en medio del bosque la noche anterior.

Runaway (Saga Clade Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora