Tangled on ice

Había una vez, en unas lejanas un par de reyes que lloraban cada 1 de marzo desde hace 15 años. La reina Constance una mujer amada por sus súbditos por ser una dulce soberana y justa. El Rey Robert un hombre fuerte y noble, sin embargo, hace 15 años atrás se le arrebató a su único hijo, Yuri. ¿Dónde estará aquel pequeño? Ese hermoso bebé que le fue arrebatado a la familia real.

Era un hermoso día de primavera, desde la torre se observaba el prado floreado, lleno de rosas rojas y blancas que decoraban con esmero aquella torre... su único hogar. Yuri se encontraba sentado en el marco de la ventana que daba al bosque, acariciaba como consuelo a su hermoso gato Puma Tiger Scorpio su fiel compañero en los últimos años. Añoraba tocar el césped que se veía desde su torre, sentir la lluvia caer en su delicada y blanca piel. Pero todo eso era un sueño, su madre una mujer misteriosa a veces malvada, le decía siempre que el exterior era malo dado que todo era dolor y sufrimiento. – El aroma a flores es algo relajante ¿No crees? – dijo sonriendo levemente, sus ojos dieron el ultimo paseo ante aquel hermoso paisaje. Hoy era la noche era necesario dejar todo listo. Despachar luego a su madre y esperar la noche para ver las linternas, esas bellas linternas que brillaban por la noche sin descanso.

-Oh mi adorado hijo, traje tu preferido para comer también esa arcilla que querías- Dijo la mujer entrando a paso lento cargando una abultada canasta en donde sacó unos bocadillos fritos de arroz que a Yuri le encantaban. El aludido bajo rápido arrastrando consigo una hermosa eterna melena rubia. -Gracias madre ¿Te quedarás esta noche? - pregunto Yuri esperando una negativa, necesitaba estar solo esa noche, tomó un bocadillo y dio una mordida con ganas. -No hijo mío, necesito ir a casa a descansar un poco, tu pobre madre está agotada de venir a verte aquí. Pero lo hago porque te amo – La mujer con marcadas arrugas en el rostro sonrió de manera falsa, para Yuri era la única sonrisa que le daba su madre. Él de manera automática se sentó en un pequeño banco y esperó.

Su madre solía peinar y peinar su larga melena mientras él debía recitar un canto, algo que aprendió desde pequeño, algo que su madre enseñó duramente a golpes si era necesario, lo curioso es que a cada día que su madre le usaba de esa manera, a cada año que pasaba, cada visita de esa mujer Yuri notaba que solo venía a eso, su madre venía a visitarle para ser más bella, más joven, más sana. Cerró los ojos sintiéndose vacío, usado

Así estuvo toda la tarde hasta que la hora del crepúsculo llegó y la mujer ya rejuvenecida, hermosa y vigorosa se fue despidiéndose de su amado hijo. Yuri sin perder tiempo colocó el cojín más cómodo y esperó en aquella ventana. Apenas el sol lanzó el último rayo de luz observó la primera linterna, una dorada y brillante linterna se alzaba por el oscuro cielo, seguida por miles más, un espectáculo digno de recuerdo para aquel joven doncel triste y solitario. Deseó con todo su corazón conocer aquel lugar en donde salían esas bellas linternas, era el mejor regalo de cumpleaños que pudiese pedir y así nuestro dulce doncel se quedó sumido en un profundo sueño.

La mañana era fría, y el camino largo, el caballero Pardo Otabek iba camino al reino para darle un mensaje a su reina, si hijo aún no tiene paradero. Algo que al moreno no le gustaba anunciar, podía notar la tristeza en la mirada de aquella mujer que espera con añoranza el regreso de su hijo. Mientras su corcel trotaba elegante se distrajo con una enredadera de rosas blancas y rojas que se extendía por donde la mirada alcanzaba, quizás un par de rosas podrían alegrar a la reina ya que era su flor preferida. Dio de comer a su caballo antes de dar pie a su curiosidad, caminó por un rato hasta encontrar un camino entre la espinuda cortina, lo siguió y encontró ahí en medio una torre, sin escalera y con una sola ventana. Recorrió en busca de alguna puerta para poder subir y descubrir el secreto que escondía aquella misteriosa torre, sin embargo, no encontró entrada alguna.