I

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El amanecer se puede perfectamente apreciar en la casa de los Phantomhive, la cual es una prestigiada mansión aristocrática alojada en los campos de la gran Londres.

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Ciel

Lograba visualizar claramente la amarga y dura imagen de mi padre quemándose al son de su pieza de Ópera preferida.
Una escena realmente repugnante, y dolorosa.

Realmente dolorosa.

¿Por que de pronto todo tenía que teñirse de blanco?

- Sebastian.

-Mi señor, me es grato saber que despertó, ¿Gusta probar del desayuno ahora?

bajé la mirada, esperando poder borrar aquellas imágenes fragmentadas de mi memoria.

Sobre todo aquella pieza musical.

-se ve ligeramente decaído señor . . ¿Ha estado teniendo pesadillas?

Oír aquellas frases salir de los labios de Sebastian me brindó un mal sabor de boca. ¿Por qué tenía que darse cuenta de todo?

Esto no formulaba parte del contrato.

-Hmm.~ Su silencio confirma mis dudas. Lo mejor será que coma algo.

Pude visualizar a simple vista que, como siempre, Sebastian ya tenía un enorme mesón lleno de pasteles refinados y las más costosas infusiones, exportadas desde la india.

Inhalar el suave aroma de dichas delicias, llenó a mis tripas de una ansiedad típica de las mañanas.

Y la comida en si, me trajo un recuerdo. Uno muy importante.

-Sebastian...

-¿si señor?

-Me ha llegado una carta del señor klaus, vendrá hoy. Recuerda dejar el lugar impecable para su llegada.

-si señor. Ahora, déjeme servirle de este delicioso té ceilán.

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- Sebastian, ¿Cuales son los planes para hoy?

Sebastian me miró y empezó a decir todo los planes para este día.

- ... Y tiene clase de 'buenas maneras y modales' en la corte con el profesor Hughes.

Entre tanta plática por parte de Sebastian, acabamos por llegar a uno de los jardines del hogar.

- Huh . . ¿Que hacen aquí? ¿No tenían trabajo que hacer?

Demandó Sebastian, mientras que dedicaba una mirada de apatía al trio de chicos en el jardín; El cocinero, la mucama y el jardinero.

- Hey, Finny. ¿No debían cortar las malas hierbas del jardin del amo?

- Este . . . Yo . . .

Mientras los regañaba y ellos chillaban como niños, recordé mis pesadillas, ignorando a todos los presentes en aquel jardín.

Tomé asiento en una de mis sillas, de pronto me sentía decaído. No podía dejar que me vieran en aquél estado, pero que podía hacerle, seguía siendo un niño. No estaba en circunstancias reales, preparado para esto.

La vida te hace madurar deprisa, dependiendo de las circunstancias.

- mi señor, ¿Esta usted bien?

Le devolví a aquel mayordomo la mirada de reojo, finalmente cerré los ojos, soltando un suspiro imperceptible.

- Lo estoy.

-mi señor, no me parece bien que con esos animos reciba a su invitado, ¿Por qué no da un paseo por el centro de la ciudad? Quizás pueda despejar su mente.

Como siempre, aquel sujeto de compañía siempre lograba visualizar más allá de las apariencias. Negué con la cabeza, con una sonrisa divertida. No tenía caso fingir con él.

- Me parece magnífico, es más, llévame ahora.

Aquél mayordomo solo se limitó a sonreír, observando aquel reloj que siempre traía consigo. Entreabrió sus labios para gesticular palabra alguna.

- Muy bien, mi señor. Pero no olvide que debemos estar en casa antes de las cinco.

Asentí ligeramente con mi cabeza. Dar un paseo serviría para despejar mis pensamientos y poder recibir de buena forma a mi invitado. Aunque prefería que no viniese, no podía negarle la visita a una importante influencia de mi compañia.

- En marcha, Sebastian.

- Como guste, mi señor.

Dulce y tan añorado pecado. [Ciel Phantomhive]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora