Capítulo 2.

27 2 0
                                    

Un libro.

"Romeo y Julieta", William Shakeaspeare.

Comencé mi año como senior siendo un marginado, una leyenda consumida.

Los profesores estaban contentos por mis notas, claro, pero no se preocupaban por mi estado anímico.

Mis padres también estaban encantados, pero comenzaron a darse cuenta de que algo pasaba cuando el día de mi cumpleaños me quedé en casa comiendo pastel.

-          - Cumples dieciocho.- dijo mi madre.- ¿No vas a salir con amigos de fiesta?

“¿Qué amigos?” pensé.

-         - No me apetece.

No dijo nada, pero me miró extrañada.

 A la semana siguiente me llevó a un psicólogo, porque decía que parecía depresivo y que quizás necesitaba ayuda.

Sí, la necesitaba, pero no ese tipo de ayuda.

¿Pagar dinero para que alguien que no me conocía en absoluto intentara darme consejos inútiles basados la línea del bien y del mal?

No.

Nadie iba a decirme qué era lo correcto.

Nadie debería tener ese derecho.

Las personas son en tres dimensiones, no son solo malas o buenas, no solamente comenten buenos o malos actos.

Es decir, no puedes decirle a alguien que si tiene un problema debe hacer lo que está en la biblia o en un código inexistente de aceptación social.

Todo el mundo miente, al final, y nadie hace lo correcto.

Quizás las malas acciones nos lleven a grandes logros.

Quizás.

Quizás ignorando el consejo del psicólogo de contar a mi familia la situación les ahorraba problemas y conseguía ser capaz de resolver los problemas por mí mismo.

Al final y al cabo, ellos no estarían conmigo toda mi vida.

El individualismo es algo necesario para ser feliz.

Me negué a repetir la experiencia  del psicólogo y conseguí trabajo en una librería para ocupar mis tardes.

Cuando mi madre me preguntaba qué hacía los viernes y sábados por la tarde yo le decía que quedaba con amigos, pero estaba ordenando libros.

Y fue allí, en la biblioteca, donde conocí a Charlotte.

Para aquel entonces no sabía su nombre.

Charlotte Forman era morena y de ojos marrones. No era de esas chicas que destacaban, a decir verdad. Era guapa pero de una belleza calmada, como pasiva.

Si te detenías a analizarla, tenía las midas perfectas: ni muy alta ni muy baja, delgada pero no demasiado y con curvas.

En cuanto a lo demás… sí, también tenía un buen culo y sus pechos eran como debían ser.

Todo correcto, pero simplemente era difícil darse cuenta de ello, porque no llamaba mucho la atención.

Iba a la clase de al lado, siempre la veía salir pero nunca me había preguntado si tenía una vida paralela a esa, no había pensado en ella de ese modo.

Aquel día de enero se acercó a mí, dudando.

-         - Em…- apenas la oí, pero noté su presencia.- ¿Trabajas aquí?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 18, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

3.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora