Después de que le haya gritado que se fuera cuando me ha dicho por enésima vez que iba a entrar quisiera o no ha forzado la puerta y ha entrado en casa.
Al principio parecía furioso y dispuesto a sermonearme un poco pero cuando a visto el estado de mi piso (normalmente limpio y ordenado) y a mí sentada en el suelo con un montón de fotos a mi alrededor me ha abrazado. Y yo he llorado. Otra vez.