Teo, el pequeño de pelos de fuego y chispas de chocolate esparcidas en su rostro. Este no solía quedarse callado ni mucho menos quieto.
En la escuela no tenía muchos amigos, pero siempre se las ingeniaba para nunca estar solo. Y ese era su característica principal.
Anastasia acababa de llegar a ese acogedor colegio apartado de la ciudad, una niña simple. Pero con el corazón vacío.
Teo y Anastasia se conocieron una tarde de juegos, estos iban en la misma clase, sólo que en ellas nadie habla. Ambos eran opuestos, pero juraron amistad eterna.
Ya habían pasado 2 meses de ser el mejor duo de juegos en todo el mundo, el mundo de ellos. El pequeño era curioso, se preguntaba porqué su amiga la iba a dejar a el establecimiento una señora de una edad avanzada y seria.
Anastasia se dio cuenta en la forma en la que su amigo la miraba en esos momentos.
-Teo, sabes por qué esa señora me viene a dejar todas las mañanas?
-No, realmente no. ¿Por qué?
-Porque ella es la cuidadora del hogar donde vivo.
-¿Hogar?- El pelirrojo claramente nunca oyó sobre los huérfanos.
-Sí, es donde van los niños y niñas que no tienen papás y mamás. - Ella le sonrió triste, estaba consciente de todo. Claro, a los 8 años generalmente no se sabe totalmente lo que pasa a tu alrededor, pero ella era especial.
-¿¡No tienes!? ¿Quién te ayuda en las tareas? ¿Quién te cocina? ¿Con quién juegas al fútbol? ¿Quién te carga a la cama? - Él estaba muy sorprendido al saber que nada de eso ella lo tenía.
-No, todo eso lo hacen las cuidadoras, excepto jugar y cargar a la cama, no recuerdo que me lo hayan hecho- Dijo pensativa, debe de haberlo pasado por alto.
El de pelos de fuego se sentó e hizo una pose exagerada de estar pensando, sobre la arena de el patio de juegos. Pensó y pensó mientras la niña bailaba como si fuera una delicada bailarina de Ballet dejando sus pasos marcados en la arena.
-¡Ya sé! ¡Lo tengo! ¡Ana, yo sé! - Con el primer grito del menor la pequeña calló del susto arruinado su fantasía.
-¿Qué? ¿Una solución? - Anastasia no creía que eso tuviera solución, pero de todas maneras quería oír a su amigo y sus ideas locas.
-¡Sí! ¿Por qué no compartimos mamá y papá? - El niño la miró con ojos esperanzados abiertos muy grandes, el brillo de estos eran adorables e irradiaban felicidad.
-Teo, eso no se puede, lo siento. Tus papás aún no me conocen en persona. Además, ya estoy acostumbrada, ¿no?
No se volvió a hablar del tema, pero Teo no se rindió. Sabía que había algo.
Unos días después se anunció un baile artístico para tres meses más tarde en donde los padres de todos los alumnos tenían que ir. Era la oportunidad de el chico con chispas de chocolate.
Ese día Anastasia vestía un hermoso vestido de Ballet, la cuidadora no iba a ir a verla, pero se conformaba con que Teo la vea.
Él vestía completamente de negro, iba a bailar con una cinta de color rojo haciendo figuras.
Cuando la función estaba por empezar, Ana y Teo fueron al auto de los padres de el chico, sacando de el maletero una bolsa con algo que parecía cartón.
Anastasia no sabía qué era, sólo quería acompañar a su mejor amigo.
-¿Teu, qué haces? Ya es algo tarde y el escenario ya está puesto para poner otro adorno. - Ella era muy responsable, no quería que su amigo arruinara eso.
-Espera, es algo que te encant- Sintió un fuerte tirón de orejas. Los gritos del menor rebotaron en los oídos de todos.
-¿¡Qué crees que haces!? ¡Es muy tarde! No vuelvas a hacer eso, ¿me escuchaste?- La madre de él estaba roja de furia por su hijo, no notó la presencia de la chica.
-¡Mamá, escuchame tú! Esto será rápido, es muy importante. - Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¡No! ¡No quiero excusas! - El papá estaba esperando junto a todos los padres para grabar a su hijo, por lo tanto no podía ayudar al pequeño.
-¡Anastasia!- Gritó el chico haciendo fuerza con la madre para que ella suelte la bolsa. Ana se quedó congelada, no sabía qué hacer.
De un momento a otro en estacionamiento se volvió silencio total. La bolsa se había rajado, dejando ver el contenido de esta.
Las lágrimas de la madre no tardaron en aparecer. Ella sabía la historia de la amiga de su hijo, él le había contado todo ese mismo día de la confesión.
- L-Lo lamento tanto, pequeña... - Sonó más como un susurro para Anastasia.
Y Anastasia. Ella sólo lloraba en silencio viendo lo que su mejor amigo había hecho por ella. Era simplemente hermoso.
-Ella se llama Kate, porque vi ese nombre en una revista y me gustó. A ella le gusta cocinar, jugar, contar chistes y es muy amorosa.
>Él se llama Josué, lo escuché de mi papá, creo que así se llama un amigo suyo. A Josué le gusta jugar al fútbol, ver la televisión, pero si estás tú pondrá el canal que quieras, le gusta cantar, comer, domir y además de ser divertido es muy cariñoso.
>Ambos se aman, pero también te aman a ti Ana. Los cree con mucho cariño para ti.
El niño explicaba secando sus lágrimas. Anastasia le dio un gran abrazo y no paraba de repetir "Gracias". La mamá por su parte se ocupaba de ordenar a las figuras grandes de dos gran pedazos de cartón con una mujer y un hombre dibujadas en ella.
Anastasia ya se econtraba lista para bailar detrás del escenario. Teo ya había bailado, para ella había sido el mejor baile de un chico en su corta vida.
Apenas salió se podía escuchar los aplausos de su mejor amigo junto con sus padres, eran los más fuertes.
No quería mirar a la gente, se hubiera puesto nerviosa, pero el grito de el pelirrojo la hizo mirar inmediatamente. Se encontró a él moviendo a los padres de la chica hechos con cartón. Esa imagen nunca la olvidaría.
Al finalizar el baile Ana se acercó y abrazó a los tres; Teo, Kate y Josué.