Con una mezcla de sorpresa y repulsión, Louis se dio cuenta de que lo que había encontrado era una trampa para aquellos que, como él, buscaban lo inusual. El joven exhibido era una víctima del comercio ilegal, una realidad que había sido ocultada tr...
A lo largo del aeropuerto, el joven de cabello rizado caminaba con paso apresurado, siguiendo de cerca al abogado. La mezcla de ansiedad y anticipación se reflejaba en cada uno de sus movimientos, mientras él avanzaba con la seguridad de alguien acostumbrado a ese tipo de viajes.
Era la primera vez que el adolescente se subía a un avión, y aunque la emoción de la aventura lo embargaba, el nerviosismo no tardaba en hacer acto de presencia.
—Deja de morderte el labio, te harás daño —lo reprendió el hombre de ojos azules, echándole una mirada de reojo—. Te prometo que nada malo sucederá.
—Ojalá eso fuera suficiente para tranquilizarme. Tú ya estás acostumbrado a todo este ajetreo —respondió él, intentando sonar despreocupado, aunque su voz delataba su inquietud.
La conversación se interrumpió momentáneamente cuando una agente de la aerolínea les solicitó los pasajes. Tras entregar los documentos, retomaron el diálogo mientras avanzaban hacia la zona de embarque.
—Todavía me pregunto cómo lograste conseguir un pasaporte para mí —comentó el rizado, mirándolo con una mezcla de curiosidad y suspicacia.
—Si tu preocupación es la legalidad, te aseguro que todo se hizo dentro de los parámetros correspondientes —replicó él con tono tranquilo—. Digamos que tengo amigos en los lugares adecuados.
—¿Te imaginas tener sexo en el avión?
Louis giró la cabeza tan rápido que por poco se disloca el cuello. Su expresión, una mezcla de incredulidad y pánico, hizo que el joven soltara una risa nerviosa.
—Es una broma... claro —añadió, aunque el brillo travieso en sus ojos insinuaba lo contrario—. Aunque, si quieres, no es del todo una broma.
—No planeo ir a la cárcel por eso —replicó el abogado con una sonrisa ladina, mientras se encargaba de colgar su equipaje de mano—. Tendremos tiempo de sobra para disfrutar de nuestra intimidad en otro momento.
Con las mochilas colgadas al hombro, se unieron a la fila de pasajeros que esperaban ingresar al avión. El embarque fue relativamente rápido, y en cuestión de minutos ya estaban acomodados en sus asientos de primera clase.
Harry tomó la mano de su acompañante en cuanto se sentó, aferrándose con fuerza. Su respiración se volvió irregular al escuchar los ruidos del avión preparándose para el despegue. Louis, notando su incomodidad, sacó su teléfono y conectó sus auriculares.