No era la primera vez que Sileno lo hacía, recordaba perfectamente aquellas escenas. Puros berrinches y golpes que nadie más podría detener con aquella ira de babel que conjuntaba todas las fuerzas heteróclitas, más fuerte y presente en aquella escena sin ningún tipo de problema, sin embargo, la furia con que el pequeño niña luchaba, era de un nivel increíble. La madre de Sileno disfrutaba verlo cada vez que jugaba, no podía evitar sonreír cuando saltaba la soga de color violeta. Inamisible era aquella manera que tenía el pequeño niña de tocarse los pies y jugar a la maestra mientras su hermana no procuraba comer las salchichas de boloñesa italiana cuya madre había comprado en el, y cito, "Wolmarsh" de la esquina de la calle Ferreros. Lloraba al amanecer, no soportaba ver como su hijo era tratado así, como un monstruo sin alma, sin corazón, si tan solo lo conocieran... Mas no tocaba el piano solo la trompeta, el trompetista de color ¿Había leído a Elena Walsh? No recordaba haberlo hecho y, pero ergo, no le gustaba comer tanta papa frita al pequeño niña, al pobre pequeño niña. Y las lágrimas caían mientras su hijo gritaba y gritaba y susurraba y hablaba siempre diciendo, siempre repitiendo "el pequeño niña".
En cualquier caso, no sabía cual era su objetivo allí. No estaba ni presente ni ausente, solamente quieto, sentado y pensando: ¿Que hago aquí? Su primer hipótesis le llevó a pensar que era una rana azul sin patas más dos patas, la rechazó por inconcebible. Su segunda teoría intentaba decirle como debía comer su ensalada matutina sin tenedor, ese tenedor estaba falto de punta, sin poder creerlo, expulsó la idea de su mente. La tercera hipótesis no existía aún.
Cierta vez, en la ciudad de Romwell, se hallaba un niño o una niña o un adulto llamado Rómulo o Josefina o Álsino que hablaba con su hermana o su amiga o su mujer, el niño o niña o adulto sentía mucha paz o parsimonia o tranquilidad ya que todo estaba bien
El Laringólogo hablaba y hablaba todo el tiempo sobre las consecuencias del Pastrami, no de comer el Pastrami por supuesto, sino de las consecuencias de respirarlo sin máscaras rojas y verdes japonesas. Yo me aburría mientras observaba el pequeño mosquito revoloteando en el aire fresco del anochecer, cada tanto me llamaba la atención los ojos azulados del médico o sus dientes amarillentos, hasta que en un momento sus lentes cayeron duramente en el suelo del pasillo sucio de gente vestida. Sorprendente o no, aquellos lentes se quebraron unas horas luego de haberse caído. Ahora me siento culpable por haber pensado que era mi culpa, mas ahora sé que el único culpable es el miedo, el miedo a nosotros mismos: los hidalgos inmunes al temor. Pienso que, realmente, la rotura de los lentes fue menos a causa de la filosofía que de una anomalía matemática.
Sea una mano tuya o sea de mi madre, que de cualquier forma se convertirá en parte de mi vida. No rías, pequeña flor de loto, sabes que es el principio, mariposilla. Pósate en mi alta mano y no llores, ante todo no llores y recuerda que somos uno y solo somos dos, en este pequeño párrafo que una mano rápida pero insegura e incompleta repasa, sin pensar en la consecuencia de su acción, mucho menos en la causa. ¿Por qué hemos de vivir entonces? No es mi voluntad la que me da el anhelo de existir, es una mano, un número sustantivo de dedos que se posan en estas letras (que llamaría mágicas) y me inyectan vida, vida.
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Cuentos Legibles
Kurzgeschichten¿A ti también te parecen perfectos los cuentos?, siempre que sean correctamente realizados, se vuelven obras bellas y originales, con una prosa hermosa. Por ello, me he permitido la creación de esta colección de pequeños relatos escritos por mi, obv...