Es verano, hace un calor bochornoso. Llego a casa por la mañana, agotado tras una larga guardia, llevo la mochila colgando de un hombro y abro la puerta empujándola con el otro. Mientras estoy sacando las llaves y cerrando la puerta veo a mi preciosa novia apoyada en el marco de la puerta del salón. Termino de cerrar la puerta y dejo caer las llaves sobre la mesita de la entrada y la mochila al suelo. Me quedo unos segundos mirándola, llevaba un sujetador negro que yo la había comprado el mes pasado. A conjunto lleva también un tanga del mismo color, cubierta solamente por una camisa que me había cogido. Entre lo clara que es y su sudor a causa del calor, se transparenta la camisa y estaba pegado a su cuerpo, dejándome vislumbrar sus curvas, que a ella le parecen pocas pero a mi me parecen perfectas. Me sonríe con esa cara que me pone cuando quiere que juguemos, esa mirada, esos labios mordidos... Me acerco lentamente mientras me desabrocho los botones de la camisa y me voy aflojando la corbata. Ella se de la vuelta lentamente mientras también se desabrocha los dos únicos botonces que se había molestado en abrochar. La sigo y ella deja caer su camisa al suelo, dejando su trasero a la vista. Yo no podía resistirme a hacer algo teniendo eso delante, así que me acerqué para agarrarlo, pero ella ya sabía que lo iba a hacer, o al menos a intentar, porque rápidamente se da la vuelta y ,congiéndome desprevenido, me agarra de la corbata y me besa apasionadamente. Cuando termino de besarla me quita la camisa completamente, me quita la corbata y me quedan tan solo los pantalones. Se pone de rodillas en el sofá, estando yo de pie al lado, y me observa divertida. Se acerca a mi, recorriendo mis abdominales y mi pecho con sus manos, produciendome escalofríos, causa del placer de que fueran sus manos las que me hicieran eso. Sigue bajando sus manos hasta dar con la hebilla del cinturón, el cual desabrocha lentamente al igual que el botón de mis pantalones y seguido de mi cremallera. A la hora de bajarmelos, es algo más brusca, ya se está excitando y, siendo justos, yo también. Cuando me termina de quitar los pantalones me agarra de la mano tirándome sobre el sofá, dejándome indefenso ante ella.
Era curioso: yo, un militar bastante más fuerte que ella y capáz de controlarla físicamente, me dejaba controlar por ella, me producía placer que ella mandara sobre mí de ese modo y excitación saber que, pudiendo ella hacer lo que quisiera, solo fuera a hacer cosas que a mí me gustaran.
Una vez estaba yo tirado en el sofá usó la camisa que se había quitado antes para vendarme los ojos, dejándome por completo a su merced y dejándole vía libre para que hiciera lo que quisiera con mi cuerpo. Noto sus labios húmedos y extrañamente frescos en mi cuello, lo cual me produce una irrefrenable excitación. Empieza besándome en el lóbulo, bajando lentamente por el resto del cuerpo hasta el abdomen, llegando a notar su lengua subir desde la base de mi pene para acabar en la punta de este, provocando en mí una excitación incontrolable que tensaba todos y cada unos de mis músculos. Noto su lengua acariciando la punta de mi miembro mientras su mano masaje la base, moviendola de arriba a abajo, lo que produce pequeñas exhalaciones por mi parte y hace que suspire su nombre en un aliento. Repentinamente para, no quita la mano, pero no hay movimiento. Pienso que se han enfadado porque había dicho su nombre en vez de su apodo, y ella odiaba eso. Sin embargo, noto de repente un cálido aliento en la punto de mi pene. Siento un tremendo alivio porque no se había enfadado, sino que se la introduce en la boca, no puede metersela demasiado y se siente algo avergonzada de ello, pero yo le insisto en que no me importa, que sigue siendo una sensación increíble. Juega con su lengua mientras vuelve a mover su mano. Noto como si se levantara, pero sigue en el sofá, sigue sujetando mi miembro, pero con la mano como si tuviera el brazo vertical. De repente noto en mi punta su feminidad, empieza a acariciar lo que intuyo que es su clítoris por su reacción: suelta unos pequeños gemidos de placer. Se q se está torturando a sí misma al no sentirme dentro pero también quiere torturarme a mí, eso la divierte y a mi me excita. Después de un minuto torturandome que se me hace eterno, me deja el pene justo en la entrada de su vagina. Este momento era el más tenso, yo podía estar a punto de metersela pero también podía ella dejarme con las ganas. Pero esta vez no, esta vez se que no lo haría. No sé cómo lo sabía, pero su forma de disfrutar mientras se frotaba el clítoris con mi miembro me dejaba claro que tenía ganas de meterselo. Y efectivamente, se sienta con mi miembro dentro, soltando un gritito de placer mientras termina de meterla. Se mueve, arriba, abajo, arriba, abajo... ese movimiento me mataba... El placer incrementa a medida que avanza el tiempo y ella se mueve cada vez más rápida. Noto como me aprieta los brazos mientras se la va metiendo más profundamente. Lo estoy disfrutando y ella tampoco se queda atrás. Después de un rato gime mi nombre, algo que a mí me excita mucho, y me suplica q no parara, me suplica que siga, esa forma que tiene de suplicarme... esa forma me encanta. Así que tanteo hasta encontrar sus costados, la reclino sobre el sofá, esta vez yo encima, la empiezo a embestir, cada vez más rápido y más fuerte, me quito la camisa que llevaba tapándome la vista y veo a mi novia desnuda delante mía. Esto me da las energías que me hacían falta para seguir. Me corro pero era consciente de que ella aún no ha llegado al orgasmo. Sigo haciéndole el amor hasta que noto su orgasmo y ahí caigo encima suya agotado. Me susurra al oído dándome las gracias y diciéndome que me ama. No existe mejor sensación posible. Estoy enamorado de ella.