Recuerdo que el cielo brillaba, y el olor del césped húmedo parecía tan real, considerando que fue sólo un sueño. Me encontraba en un trozo de tierra flotante, no más grande que una cancha de fútbol, tenía un pequeño estanque en el centro, de donde salía agua a chorros y caía hacia un vacío indefinido, lo cual no puedo explicar, pues no sé de dónde salía tanta agua.
Me senté en el borde para mirar qué había allá abajo. Una oscuridad infinita. Una caída a una muerte segura. Quizá nada. Simplemente era algo que no pude ver, ni percibir. Tenía una sensación de vacío en el estómago, y sentí lo mismo que aquella vez que intenté suicidarme; como si la oscuridad al fondo me llamara de alguna forma. Quería que la acompañara, y mi cuerpo dejaba de obedecerme. Y al igual que pasó en esa ocasión; comencé a inclinarme para caer. Y de nuevo, una mano tocó mi brazo.
— ¡Espera! ¿Por qué haces esto? —Era la misma voz del hombre que me detuvo aquella vez; grave, profunda y calmada.
— Ya no tengo a nadie... toda mi familia murió. Es mejor que me vaya con ellos. —le dije, con una profunda tristeza, y un nudo que me quemaba la garganta.
— Ellos no querrían que hicieras esto, debes esperar para verlos. No apresures las cosas.
— ¿De qué sirve que espere? Si ya no tengo nada que hacer aquí...
— Si te quitas la vida, irás con Él... y nunca verás a tu familia de nuevo.
Yo seguía sin volverme para mirarlo, sólo escuchaba su voz, y sentía su mano en mi hombro.
— ...¿Quién es "Él"?
— Él es mi hermano... y se lleva a las personas que renuncian a su vida. No lo hagas...
•••
Y ahora me hallaba sólo. Lo que creí que era el cielo, dejó de brillar. El ambiente se tornó helado, y con un olor a putrefacto. Todo a mí alrededor se llenó de una penumbra sombría. No me sentía sólo. Sentía que me miraban. Sentía una enorme respiración, como un viento que me chocaba y me ponía a temblar. Entonces, vi algo que provocó que mi estómago se retorciera. Parecía una cueva llena de murciélagos: miles de puntos rojos invadiendo la oscuridad que me rodeaba, como un cielo estrellado. Me atemorizaba que esas miradas no pertenecían a algún animal que haya visto antes, éstas me parecían más familiares; eran de humanos. Podía notar la diferencia entre un ojo humano y el de un animal. Escuché que comenzaron a gruñir, como un perro defendiendo su comida, y me pareció ver que todos abrían sus grandes bocas, porque de éstas salía una débil luz amarillenta, y produjeron unos gritos desgarradores que lastimaron mis tímpanos. Gritos que parecían lamentos, gente pidiendo auxilio; niños, hombres, mujeres. Sentí tanta pena, e impotencia por no poder hacer nada por ellos.
Y, de un momento a otro, el piso debajo de mí, desapareció. Comencé a caer por un pozo, y en las paredes de éste estaban esos ojos, que cada vez se hacían más grandes, y pude notar las venas rojas e hinchadas que rodeaban a unas negras pupilas.
Y sin más, todo desapareció. Ahora me hallaba cayendo en un mar de oscuridad, donde no se veía ni un punto de luz. Y sentí esa respiración de nuevo, invadía todo el ambiente, junto con un sonido de un corazón latiendo, pero era demasiado grande. Los latidos se escuchaban como una campana en un pueblo. Sin duda había algo colosal acechando desde algún lugar en la penumbra.
No pude saber si estaba cayendo hacia arriba, abajo, o a los lados, simplemente caía demasiado rápido. Hacia la nada, quizá (pensé). Hasta que sentí cómo mi cuerpo chocó en el piso, o era el techo, o alguna pared. Estaba totalmente desorientado. Me puse de pie; no había gravedad, y comencé a flotar en el vacío.
Entonces, fue cuando lo vi por primera vez: era estremecedor, sabía que había algo enorme, pero nunca imaginé lo colosal que era. Aunque sólo vi sus grandes y amarillentos ojos, fue suficiente para hacer temblar hasta a la última célula de mi cuerpo.
Cada ojo era del tamaño de un anuncio espectacular. Poseía unas grises pupilas horizontales, rodeadas de venas rojas y algo en el centro de éstas brillaba, se movía y giraba. Era lo único que podía ver en ese vasto y estrellado mar de penumbra.
— Sigues resistiéndote... No deberías de escuchar a mi hermano... Él, es más cobarde que tú...— Tenía una voz profunda y cancerosa, un aliento a carbón insoportable, y me provocaba un miedo terrible. Aunque para ser una criatura enorme, parecía susurrarme al oído.
No pude decir nada... mis cuerdas vocales estaban congeladas. Y el corazón me ardía, sentí que en cualquier momento iba a detenerse...
— ...Y además tiene las mismas ganas de suicidarse...
— « ¿Quién eres?... »— Pensé profundamente. No me sentía físicamente ahí, era como un espectador dentro de mi cabeza, aunque eso no quitaba el hecho de que el miedo me corrompiera poco a poco.
— ¿Quién soy?, Eso ya lo olvide hace mucho tiempo, lo que me importa es lo que quiero...
Ahora Él podía escuchar mis pensamientos... esto ya estaba sobrepasando los anteriores sueños con esa criatura; al principio, yo sólo lo veía desde aquella pequeña isla flotante, y él me miraba desde el fondo oscuro. Después comencé a sentir que se apoderaba lentamente de la isla. Pero en todos los sueños siempre estuvo presente aquel hombre, el que dice ser hermano de esta criatura, dándome palabras de aliento, contradiciendo a su supuesto hermano y alejándolo de mí, pero ahora ya se había ido, lo ignoré.
— « No sé qué es lo que quieres de mi... pero lo único que yo quiero es que me dejes en paz...»
— Dejarte en paz. Eso es algo imposible, te necesito más de lo que crees. A ti y a toda tu raza. Y siempre que su mente traicione a su alma, serán todos míos.
— « ¿A qué te refieres con decir que "la mente traiciona nuestra alma"?»
— Joannie Nimbuss. Hijo de Aarón Nimbuss y Jeanne Jousset. Tu mente controla tu cuerpo, y por ende, también a tu alma. Tu mente toma todas las decisiones que salvarán o corromperán tu alma. Una debilidad tan estúpida que ustedes los mortales poseen gracias al fallo de la Matriz.
— « Y... ¿qué haces con las almas que llegan a ti?»
— No seas impaciente, pronto lo sabrás. Verás lo que es el verdadero sufrimiento eterno...
Y todo comenzó a dar vueltas, me encontraba ahora en un tornado grisáceo, e iba cayendo hacia el ojo del mismo. Una gran fuerza me atraía y fui absorbido. Caí de golpe en mi cama. Como si el tornado hubiese estado en el techo.
Sentía tanta confusión, al igual que tú, al leer esto. En su momento fue algo inexplicable. Pero, tuvo su explicación. Aunque hasta el momento sigo sin entenderla del todo, puede que tú seas mucho más inteligente y logres descifrar tal explicación. Aún sigo en el camino del conocimiento, para llegar al destino de la sabiduría.
JOANNIE NIMBUSS: ANAVRIGNE.
Por C' est la Mort
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Joannie Nimbuss: ANAVRIGNE
Fantasy...Entonces, fue cuando lo tuve frente a mí por primera vez: era estremecedor, sabía que había algo enorme, pero nunca imaginé lo colosal que era. Aunque sólo vi sus grandes y grisáceos ojos, fue suficiente para hacer temblar hasta a la última célul...